Es parte del ciclo “El documental del mes”. Se proyecta en el Espacio INCAA Km 0 Gaumont, todos los días, a las 16.15 horas.
Birmania es uno de esos tantos estados sometidos por una dictadura burócrata, totalitaria y criminal. Como muchos de esos países, es chiquito y no ofrece grandes conflictos para los intereses económicos y estratégicos de las grandes potencias, por lo que no aparece muy seguido en las tapas de los diarios del mundo.
Burma Vj intenta contrarrestar el aislamiento generado por la indiferencia internacional y la represión interna, a partir de los registros clandestinos tomados por militantes visuales cuasi suicidas.
La película arranca con una muy breve contextualización (quizás podría haber sido un toquecito más amplia, porque justamente la gente no sabe lo que pasa en Birmania. De hecho mucha gente no sabe que es un país o se lo confunde con Myanmar, que en realidad es el mismo país) y a partir de allí nos entrega un relato apasionante y vívido: El del levantamiento de los monjes budistas del 2007 (el primero contra el gobierno en casi 20 años), su brutal represión y la cobertura de un grupo de reporteros visuales, quienes organizados clandestinamente logran sacar al exterior el testimonio de lo que ocurre en un país carcelario cuando una protesta radicalmente pacífica sale a la calle.
Uno de los éxitos de la película es que al estar filmada por muchas cámaras portátiles, transmite la sensación de estar en el lugar y por lo tanto genera esa mezcla de ilusión, euforia, entusiasmo y terror de estar en una manifestación tan peligrosa. Por lo mismo, produce empatía y una necesaria indignación y tristeza cuando el alzamiento budista es sanguinariamente reprimido. Por suerte, la narración en off es limitada y no hay ningún otro tipo de accesorio innecesario (salvo quizás la música) que ponga distancia. Es un documental plenamente in your face.
No obstante, lo que más me gusta de esta película no es tanto el crudo reporte en sí o sus méritos formales para meternos a los empujones en el terror birmano. Lo que más me gusta es el entusiasmo sobre la apropiación de las tecnologías de la información como herramientas claves para liberar la comunicación (perdón por el versito). En estos wikimomentos, esta película es más necesaria que nunca. Nos muestra cómo incluso en el contexto más adverso, el florecimiento de una, dos, mil cámaras da lugar a una incontenible producción y transmisión de testimonios. Es significativo que para enfrentar la visión única que proponen las autoridades birmanas, la película esté basada en una multiplicidad de puntos de vista que registran, recortan y editan lo que en otros momentos sólo hubiese podido ser “reproducible” verbalmente. Por supuesto que no hay que caer en un fetichismo naive y creer que la revolución se puede hacer sólo con twitter y gtalk, pero también sería ridículo minimizar las posibilidades de instantaneidad, producción, transmisión y organización que permiten.
Lo que causa tanta preocupación en los centros de poder no es tanto lo que este tipo de documentales o Wikileakses han divulgado hasta ahora, sino la comprensión de que les va a resultar cada más difícil sostener los secretos que los protegen de sus gobernados (parafraseando al Chomsky). El valor de Burma Vj entonces, no reside sólo en la denuncia de la represión en Birmania, sino en la celebración de la valentía e inteligencia de los que se animaron a valerse de las nuevas tecnologías de la información para empezar a socavar uno de los cimientos de todo poder injusto: su fábrica de mentiras.
Juan Upma

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