Tan acostumbrados a medir con la vara de nuestras pasiones creíamos que la trastienda iba estar a reventar. Nos sorprendimos cuando entramos y la cosa apenas iba entrando en calor. Al final había espacio para que estemos cómodos y la suficiente gente para que no se sintieran decepcionados. Esa fue mi primera medición. Como si fuera una fiesta que nosotros hubiéramos organizado. La verdad que estábamos algo nerviosos. Pablo dijo que se conformaba sí hacían el himno para la chica de 17. Yo le dije que se olvidara; de todos esos que son; seguro que a la chica la dejaban en Toronto o Montreal. Esperaba un show divertido y desprolijo. Es que son tantos. Le dije a Pablo ; ¨te diste cuenta que de la cantidad inigualable de discos que hemos escuchado y bajado en los últimos años ellos siempre están ahí?¨. Son nuestra banda de sonido. Y salvo el Himno, esa balada quinceañera que tiene una deformidad muy difícil de descubrir, sus canciones se te escurren de las manos. Es que apenas son canciones. Cuatro guitarristas, dos baterías, un bajo y esa hermosura con el peinado de Brigitte Bardot. Al que se parece a Micky Rourke de joven lo vi en ese bar en la calle Saint Laurent; el que está en una esquina; presentaba el primer disco de Apostle of Hustle. Recuerdo el alboroto (es un bar para 50 personas) y su cara sonriente. Real life; real people. Aquí estaba otra vez con su rostro de hombre feliz y tratando de decir algo (bastante bien) en castellano. Sí no me equivoco vivió en Barcelona una temporada. Al guitarrista más joven lo vi en otro bar descociéndola en un power trio del fin de la tierra. No me acuerdo bajo que nombre tocaron. Fue terrible; como esas tormentas que de tanto en tanto se desatan sobre Buenos Aires; cayó granizo y todo. Al segundo tema Pablo me dijo: ¨con estas dos canciones ya hicieron el concierto del año¨. Después se perdió en éxtasis; Pablo, cuando subió la piba de Metric (salida directamente de Nafta, Comida y Alojamiento) volaba unos centímetros sobre el piso. Y hay que levantarlo a Pablo. Pero yo lo vi. Lo quise besar pero me empujó. Faisán me manda un mensaje que no nos veía. Me resultó difícil ubicarlo porque todo el mundo parecía usar sus anteojos y esa barba descuidada. Estábamos en casa. Acá no desentonamos. Hasta le parecemos atractivos a chicas soñadoras. Y el show se fue para arriba y arriba. Canciones que empiezan como baladas y terminan a lo King Crimson. Pero bien. Sin dramatismo. O con un dramatismo que no dramatiza; ¿se entiende no? Hacen chistes; comentan las remeras que ven en el público. Son la banda del cine indie por antonomasia. Perdí la cuenta de en cuantas aparecen. No me sé las canciones pero reconozco todas las melodías. Creo que los dos primeros discos lo hicieron completos. Y el último. Casi dos horas de show y un final que se diluyó en la noche fresca (incluida la pizza en ese local salido de un cuadro de Hopper). ¨Eso lo tenemos que repetir¨ grita el que más canta. Parecía sorprendido de tanta alegría. El pogo como una extensión de sistema nervioso. Acá no desentonamos; que bueno encontrar gente que habla por nosotros; que hace lo que hace por ello y no por otra cosa. En la marquesina el nombre de mi hermano que presenta su disco la semana que viene. Parece un sueño. La bici solitaria atada a un poste. Nunca se desvanece y le devuelve un poco de entidad al mundo. Nos fuimos caminando tranquilos por las calles de San Telmo.
Dj malhumor.
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