Sangre, literatura y operaciones experimentales se conjugan en esta adaptación de una obra de teatro escrita por el mismo director de la película, Paulo Biscaia Filho.
Después de tener publicado su primer best-seller, Bruna se contacta con su ex-novio, Bart, para que él puede continuar con sus investigaciones: lograr inventar un chip que ayuda a la inspiración artística. Previamente, el hombrecito de similar apariencia a la del ex presidente Eduardo Duhalde había matado a su mujer por falencias a la hora de aplicar la invención en cuestión, perdiendo credibilidad en el ambiente de los neurólogos. Pobre, viudo, sumido en la depresión, no tiene otra alternativa que caer en la “filantropía” de la escritora.
Con una primer escena que nos contextualiza en la historia, sabiendo cuáles son los motivos de los personajes para tomar sus decisiones, seguida por la introducción de Cristi, la tercera persona que jugará un rol importante, Nervo Craniano Zero(Brasil, 2012) tiene los elementos necesarios para entretenernos durante toda su duración, sin poner escenas que no suman a la trama y con los mejores diálogos que vi hasta hoy, tal vez por su naturaleza teatral, donde la palabra tiene una relevancia indiscutible. Los únicos tres personajes que vemos en pantalla tienen un desarrollo lógico y esperable, procediendo en consecuencia de sus actos, sin perder la esencia que se nos fue mostrada en principio, la de ser arquetipos del imaginario colectivo: Bruna, la escritora vixenque me recordó a Lara Flynn Boyle en Happiness (de mi amadísimo Todd Solondz), Cristi, la campesina ingenua (¿o sería mejor decir “ignorante”?) que va a ser usada como conejillo de Indias y que, intervención mediante, cambiará no sólo físicamente y Bart, el mad scientist que se dará cuenta tarde que jugar a ser Dios es algo inmoral en el mundo de las películas de ciencia ficción aunque, en este caso, pueda sacar algún provecho.
Nervo Craniano… no necesitó de grandes efectos, sólo de litros de sangre de utilería para enfatizar una propuesta de ciencia ficción que, si bien no formula nada nuevo, podría haber sido escrita, dirigida o producida por Roger Corman… en los ’60s.
Ludmila Iara K.