Así quedé después del sábado. Arrolladito Primavera. Día con mucha propuesta fiestera y bastante caminata entre escenarios. Cuando iba en el Metro rumbo al Forum armé el fixture subrayando y tachando el programa. Marqué 20 shows de los cuales habré visto la mitad. Lamentaré para siempre haber dejado de lado a Van Dyke Parks, pero tocaba en el Auditori (donde actuó Low) a contramano y lejos del resto de los escenarios. A la misma hora y con el sol pegandome en la cara vi a Michael Rother de Neu! junto a Steve Shelley de Sonic Youth tocando temas de la primer banda ¿qué decirles? ¿qué fué un cuelgue perfecto? ¿qué los resortes en los que se apoya mi cabeza no pararon de trabajar durante media hora larga? Y si, después de los Pixies la noche anterior, las piernas y las rodillas querían un rato más de descanso, por suerte podía mover la cabeza todavía.
Atlas Sound tocó en el Escenario de Pitchfork, o es más justo decir Bradford Cox (foto) tocó en el Escenario de Pitchfork. El pibe solo (cara digna de ser tapa de la revista Nerd Today si existiera, ¿se imaginan? sería una Esquire o GQ -o Brando ¿por que no?- para nerds), cautivó con su guitarra y maquinitas a una multitud que escuchaba respetuosamente los primeros segundos de las canciones y luego seguía en lo suyo: hablar boludeces a los gritos o aullarle al celular «yeah, Atlas Sound, ameiiizing!». Lo mismo me había pasado con Beach House, pero acá me la banqué hasta el final y terminé encontrando un lugar al lado de las cajas donde todos estaban en trance siguiendo a este songwriter tan siglo XXI.
Mis amigos catalanes me habían hablado muy bien de Mujeres, el crédito local que viene conquistando de a poco a los locales con su rock de garaje bien distorsionado y con pinceladas noise. No se equivocaron con la recomendación, tocaron en el escenario adidas Originals para una multitud que no había visto todavía en ese lugar (pasé mucho por ahí, estaba al lado del sector de prensa acreditada donde la cerveza era un euro más barata).
Entre lo olvidable se puede mencionar a Florence and The Machine, aburridos, previsibles, insoportables (y no me hagan acordar más).
The Charlatans y su partuza madchesteriana era el toque british obligado del festival. Así que a cinco minutos del comienzo ya estaba allí entre las primeras filas con mi medio litro de San Miguel en la mano (una quilmes con más sabor). La puntualidad siguió siendo impecable y a las once en punto ya estaba sonando You Are not Very Well. Tim Burguess oculto detrás del flequillo estaba igual que en los videos de hace 20 años, la cámara le buscaba las arrugas pero el pelo nunca se le corría del todo de la cara. Los otros charlatanes no ocultaban panza ni canas pero igual parecían pendejos ¿o era la música que nos hacía retroceder a todos en nuestras historias y sentirnos tan desafiantemente distorsionados como ellos en la tapa de Some Friendly? Tocaron ese disco entero, dejando The Only One I Know para el final. No se podía pedir nada más.
Yendo hacia el lugar donde tocaba Gary Numan me crucé con Sunny Day Real Estate que se reunieron con su formación original. Nunca los escuché con atención en su época, pero sus guitarrazos grunge hubieran sido una buena opción para una noche que venía medio robótica. Además, debería haberme quedado ahí, porque Gary Numan estaba emperrado en homenajear a Trent Reznor. Apenas empezó tocó Cars en versión metalera que parecía Marilyn Manson después de la rehabilitación (imaginense un Manson gordo a lo Charly García), lo que siguió fue una parodia de NIN, y si ya viste en vivo a la banda de Reznor no había mucho que hacer ahí.
En algún momento pasé a saludar a Lee Scratch Perry, que de gorrita, bermudas camufladas y zapatillas gigantes hacía lo suyo de una manera impecable, inevitable preguntarse ¿cuantos años lleva fumando porro este viejo?. Unas cuantas horas antes en ese mismo escenario habían estado The Slits y Dum Dum Girls. Las primeras dandole duro al reggae y al dub, solo dos de las cinco son originales y eran las que más se esforzaban por dejar un buen recuerdo entre los miles que se habían acercado a ver en que andaban. Las Dum Dum Girls (con muchísimo más público), empezaron con un cover de Play With Fire de los Rolling Stones pero cuando encararon su propio repertorio, desabrido y prescindible, uno podía pensar que solo estaban allí porque todas estaban muy fotogénicas con sus medias locas.
Los Pet Shop Boys aprovecharon al máximo las posibilidades escenográficas del escenario principal, allí nadie había hecho mucho más que usar tímidamente la pantalla de atrás. Ellos se montaron un show a lo Broadway con proyecciones, bailarines y unos cubos móviles que mutaban canción tras canción. Y se bailó claro, estaban para eso, para que gritemos «Go West» o «It’s a Sin» y recordemos que los sábados a la noche a veces hay que vivirlos viendo todo con colores brillantes.
Lo que siguió fue caminar de boliche en boliche, porque había baile en todos lados, un poco de Orbital por acá, bastante de The Field por allá (más químicos que en sus discos), algún dj pasando Janes Addiction y todo lo que viene después, mucha gente por todos lados y algún que otro zombie deambulando suelto. De esta manera, después de tres días entre la presencia de diversas formas de nostalgia y la apuesta por lo nuevo en dosis similares, el Primavera Sound llegó a su final moviendo alegremente las cachas.
Jota Pérez (enviado especial de Encerrados Afuera)
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