Los Antiguos. Navidad. Nos acostamos temprano. Fue un día largo. Bajamos con Moyra de la meseta. Un paisaje grandioso allá arriba. Una gran mesada, una laguna repleta de cisnes y la cordillera nevada hacia el oeste y el sur. Hacia el este un paisaje lunar. Una gran duna en la lejanía. The Mandalorian State of Mind. En el Puesto Amarillo nos tiramos sobre el césped a descansar. Pasaban nubes algodonosas superpuestas a esas nubes de viento que solo se ven por aquí. En un momento un cóndor empezó a ascender majestuoso. Fueron unos minutos mágicos. He visto muchos cóndores, pero ninguno como este. Volando muy alto entre esas nubes dramáticas. El resto del mundo no existe. Moyra se detenía a cada rato a escuchar el silencio, juntar piedras o admirar flores. Para llegar a la casa hicimos dedo en la ruta hasta que nos paró una camioneta que venía desde Pico Truncado. Noches de sueños muy lisérgicos. Siempre involucrando pasajeros. En este caso estaba Justin Theroux. Era mi jefe. Yo estaba cargo de un grupo de millonarios. Por el mal tiempo de golpe estábamos en una casa de otro millonario. Yo llegaba y todos desayunaban. Había otros guías que habían ocupado mi lugar. Yo encontraba un personaje muy bizarro que confundí primero por un dueño de casa. Había varias mujeres cuarentonas bastantes sexys. Al rato estábamos en un auto en Panamá. Ibamos todos apretados por un camino costero. Estábamos en el auto y a la vez era un documental. Uno de los guías hablaba. De golpe otra guía mujer lo interrumpe y se pone a hablar de que ella vivía allí. El personaje bizarro aparece otra vez. Tiene la cabeza cubierta por una manta blanca que comienza a mancharse de sangre. Uno de los guías llora porque es un inmigrante, el otro grita. Yo le digo ¨¿quién trajo a este personaje¨. El me contesta que fue él mismo, que tengo que tener más cuidado cuando hago una de esas preguntas. Los pasajeros callados. Tengo que hacerme cargo de la situación. Me despierta el viento. Hubo mucho otros detalles extraños. Yo viviendo en un hotel, un personaje de sombrero con pinta de mafioso golpeando la puerta para entrar. Al final quiere un papel y lápiz. Hay otro personaje también que abre la puerta. Es también amenazante. Yo busco algo en su mochila pensando que es mía. Saco un cinturón. La desconexión con Mayra es grande. Dos películas: The Eagle y The Way Back. El mismo sentimiento, la búsqueda de libertad en un mundo sin fronteras y brutal. O con fronteras brutales pero donde todavía era posible perderse y volverse otro. Continuaron los sueños de ansiedad. Otra vez otro hotel, otros desencuentros, otros deambulares por ciudades y montañas detrás de pasajeros. Vi otra película que ya había visto, The Paperboy. Lo intuí al principio de manera muy lejana y lo confirmé al final confirmando la tesis de que el conocimiento es reminiscencia. El mediodía de navidad comimos un cordero bajo los árboles contando historias de paisanos salvados por los perros o refugiados dentro de un caballo en una tormenta de nieve que duró días. Por eso me gusta todavía la Patagonia. Hablamos de futuros viajes por regiones sin turistas y travesías de días por los campos dandole la vuelta al Monte San Lorenzo (el mismo que vimos nevado a la distancia).

Estuvimos hablando de Otto y por supuesto Otto llamó. Lo crucé un par de veces este año en el Bar Cristóbal donde nos reunimos todos los lunes. En verdad yo voy un lunes cada tres o cuatro meses cuando estoy en la ciudad. Pero para mí son todos los lunes. Y en esos lunes, en dos de ellos, crucé a Otto. Como decía Freud se necesitan dos tiempos para el reconocimiento. Fue la segunda vez en que me di cuenta que la primera vez era él. Estaba con otra gente con pinta de artistas o de hippies añosos como los árboles. Creo que le dije a Luis «ahí entró Patti Smith». Era la mujer que estaba con Otto y otro barbudo de barba blanca. Con Otto compartimos unas vacaciones aquí en Los Antiguos. Él con la arquitecta y yo con Caro. Salí a correr al atardecer y con una tormenta a mis espaldas. Por aquí los atardeceres duran horas y las tormentas, impresionantes y dramáticas, siguen de largo. Debe haber llovido en la meseta. Cuando veo películas en zonas inhóspitas me angustio a veces pensando cómo voy a hacer el día que me toque atravesarlas. Me voy preparando para el frío y el desierto por igual. A la falta de agua y comida. Cuando di la vuelta para regresar la cabecera del lago estaba crispada y una gran nube negada avanzaba desde Chile. El viento me empujaba en contra. Aceleré contento esperando evitar la lluvia. Corría para evitar el aguacero. Me desvié por el camino del consejo agrario y entré a la casa por el fondo. Moyra regaba las plantas. Las nubes negras no se veían desde aquí, la casa era toda tranquilidad y paz. Los teros y zorzales andaban por el césped buscando insectos despreocupados.

Soñé con Mayra. Soñé que volvía a seducirme, está vez junto a otra mujer, en una especie de gran fiesta. En el sueño sabía quién era esa otra, ya no. Después yo me quedo con su teléfono y presencio una reunión con unos psicólogos psicobolches. Mayra les dejaba un mensaje en el teléfono explicando como me había seducido y como funcionaba mi deseo. Había sido todo un experimento psicológico. Mientras escribo las imágenes se van para otro lado y cuando se vayan de mi memoria se habrán desvanecido. Mayra no sabe que he descubierto su secreto y pienso exponerla el día siguiente en esa misma fiesta popular que se convierte en una gran orgía a cielo abierto. Las imágenes y personajes son profusas. Durante la noche escucho ladridos y creo que el perro se ha escapado. Bajo las escaleras para buscarlo. Se que es imposible, pero aún así. El perro dormía a mis pies.

Desperté a las cuatro de la mañana. Me costó volverme a dormir, pero lo hice al fin. Soñé con un gran desfile de naves espaciales estilo Star Wars. Yo le decía a alguien como para mitigar la sorpresa: el año pasado cuando estuve aquí (era Payne) presencié los bombardeos. Recuerdo vagamente los bombardeos de otro sueño. El perro me despertó temprano para que lo saque como lo hice todas estas mañanas. Me volví a acostar. Es hermoso ese fresco patagónico del amanecer. Me desperté renovado. Me fui a correr luego de tomar un café y corrí por casi dos horas. La mejor manera de despedir el año.

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