Pecados Canninos (VI)

(REPORTA DESDE CANNES, MARCELO ALDERETE, MR. REDRUM)
Y a pesar de que falta para que termine el festival, el clima de fin de fiesta ya invade Cannes. Las cenas nocturnas empiezan a ser de despedidas, como la de anoche, con la gente del Film Comission de Buenos Aires y los Diegos (Lerer y Battle). Mi amigo y ladero durante este Cannes, Mau Alena, emprendió hoy a la mañana su retorno a nuestro Buenos Aires querido.
Si  bien por acá uno nunca está solo (nos escuchan hablar en castellano y las chicas se nos vienen encima), siempre es mejor andar al menos de a dos. Y Mauro este año no sólo fue un gran compañero de equipo, sino también una persona que con su generosidad hizo que mi estadía, (que continua hasta el final mientras que la de él, injustamente ya se terminó) mucho mejor de lo que hubiera sido. No hay caso, uno tiene una familia (laboral en este caso), pero siempre los que te terminan salvando son los amigos. Hasta la vista Mau, voy a extrañar tus ojos de pollo pequeñito. (Disculpas por el chiste interno y levemente afeminado, pero ya lo van a entender).
Los documentales en el festival de Cannes suelen ser olvidables y agruparse en una sección paralela llamada Cannes Classics y difícilmente llegan a la Selección Oficial. Obviamente que hay excepciones, pero la mayoría suelen ser meros vehículos didácticos y de difusión de tal o cual tema o artista. Trabajos que más que de un director, parecen hechos por editores o montajistas. Y lamentablemente, este es el caso de Method to the Madness of Jerry Lewis. Claro que es divertido mirar extractos de las películas de Lewis, y verlo trabajar en sus puestas en escena, y enterarnos que Jerry fue (al menos nos lo dice esta película), el creador del video-assist. También está bueno escuchar, entre otros, a: Carl Reiner, Jerry Seinfeld, Richard Lewis, Chevy Chase, Carol Burnett, Woody Harrelson y Quentin Tarantino, diciendo cuánto admiran al Lewis. Pero todo esto se agota en pocos minutos.
Tanta glorificación de un personaje termina sonando extraña o demasiado edulcorada, sobre todo con alguien con más de un momento interesante (y algunos oscuros) en su historia personal.
Nada se dice aquí de su separación con Dean Martin, ni de su ascenso como director a una edad tempranísima (Lewis fue, de alguna manera, un Orson Welles de la comedia), ni de esa película perdida en la historia de Hollywood llamada The Day the Clown Cried, en donde Lewis se adelantó al siniestro Beningi al tratar de realizar una comedia con nazis de fondo. Eso sí -es inevitable- uno termina con unas ganas tremendas de volver a ver toda la obra de Lewis. Y eso haremos ni bien volvamos a nuestra querida tierra argenta.
Después de escribir el párrafo que viene, me doy cuenta que desmiento lo dicho anteriormente. Pero no miremos atrás y sigamos adelante, como hace la gente que no mira atrás y sigue  adelante.
Room 237 es un documental sobre gente obsesionada. Y el objeto de esta obsesión no es otro que la película El resplandor, del también obsesivo Stanley Kubrick. Durante casi hora y media, asistimos a diferentes hipótesis que buscan significados dentro de las imágenes de esa película. El holocausto, la masacre de indios, mensajes sexuales subliminales, el viaje a la luna. Todo eso y mucho más entra en la locura conspirativo/interpretativas de los diferentes personajes que desde la voz en off nos hace escuchar la película. La forma de este documental es simple y bastante elegante, a pesar de tener una gran cantidad de material sacado de viejos tapes VHS, (en los créditos aparece un encargado de recuperar el material en este nostálgico formato). A simples pero efectivas recreaciones de gente en una sala mirando películas, se le suman muchos clips de las películas de Kubrick, no solo El resplandor, y, como decíamos antes, varias imágenes de procedencias a veces extrañas, a veces muy simpáticas. Por ejemplo, aparece Stephen King en su gran actuación en Creepshow. Ahora que nadie escucha, debo decir que Kubrick nunca estuvo en mi canon personal de directores favoritos. El género cinematográfico en el que se encuadraban sus películas -esto lo dijo alguien antes- siempre fue el de la obra maestra. Por ese motivo, es divertido ver cómo este documental no termina de tomarse en serio las obsesiones de Kubrick, ni las que genera en sus fanáticos. Un poco de risa ante tanta solemnidad siempre viene bien. Pero tampoco nos riamos tanto, la obsesión al fin y al cabo es la piedra fundante de (entre otras cosas inútiles) la cinefilia.
La obra del fotógrafo y documentalista Raymond Depardon siempre fue seria y rigurosa. Y por eso sorprende de muy buen manera la alegría y liviandad que se desprende de Journals de France, película co-dirigida  por Depardon y su mujer, la sonidista Claudine Nougaret. Journals está armada como una visita al arcón de los recuerdos de Depardon. Imágenes que no entraron en sus películas, pero también material de otras procedencias. Todas imágenes increíbles. Sobre todo un material registrado originalmente en Super 8, en el que aparece un jovial Eric Rohmer correteando a las actrices durante el rodaje de El rayo verde. Un momento luminoso. Pero no es sólo eso la película. Hilvanando todos estos recuerdos, también acompañamos a un solitario Depardon, que con su camioneta recorre Francia deteniéndose cada tanto para tomar una foto de un paisaje o unos personajes que le llaman la atención. Es increíble verlo esperar a que pasen los autos, que la luz sea la correcta y hasta acomodando una hoja de árbol caída en el piso, para lograr su encuadre.
Un rato después de terminada la función, me lo cruzo a Sergio Wolf, quien me dice que a Depardon el amor lo ablandó. Y quizás haya algo de cierto en ese frase. Cuando el amor entra por la puerta, el rigor sale por la ventana. ¿A quien habría que culpar por esto? Journals de France, es una celebración, de la obra de Depardon y, de paso, de Francia y del cine.
Me gustaría terminar esta crónica contando las buenas noticias que tenemos para el Festival de Mar del Plata, todas fruto del trabajo que estamos realizando en Cannes. Pero lamentablemente, no me dejan. Habrá que esperar un poco todavía… Se vienen buenas nuevas, estén atentos queridos amigos. Mientras tanto…

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