Los exiliados románticos, de Jonás Trueba

Los ves venir caminando despacio desde el lado izquierdo de la pantalla, los ves pasar frente a la cámara, los ves irse por la derecha como si tuvieran todo el tiempo del mundo. Los ves venir, los ves pasar, los ves irse. Los ves venir, los ves pasar, los ves irse. Así varias veces en diferentes paisajes, a veces callados, a veces hablando cosas sin importancia, a veces entrando por el lado derecho.

Tres amigos en una van muy linda, tan filmable como instagrameable, viajan por las rutas europeas, hacen algunas paradas y suman chicas a su recorrido. Los encuadres son correctos, la música está bien puesta y no molesta (salvo en el caso de la chica que canta en vivo, escena a la que le sobra unos 3 minutos de los 3.15 que dura). Insisto en que la van es muy linda, solo le falta hablar, la van debería recitar a Natalia Ginzburg.

Al final aparece un texto que dice: «Película rodada sobre la marcha, en Madrid, en Tolouse, París y Annécy». Esa aclaración debería aparecer al comienzo así no perdemos tiempo. No siempre lo improvisado es una genialidad, menos lo que parece más el recuerdo de un viaje de amigos compartido en Vimeo que una película. Bah, por ahí me equivoco y tal vez la nueva tendencia del cine indie sea hacer películas que parecen hechas para que vean tus amigos en Vimeo y yo no entendí nada.

Lo bueno es que son solo 70 minutos, lo malo es que nadie te los devuelve.

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