El asunto es que Martin cada tanto me quiere hacer creer que fui yo mismo (sin saberlo claro) el que inventó el reality show de rockero viejo al estilo Ozzy. Todo se remite a la anécdota de escuela secundaria donde yo trataba de molestar a mis compañeros amantes del heavy metal diciendo que muy bien me podía imaginar a los rockeros volviendo de sus trabajos de rockeros a sus casas cansados y aburridos a tener una vida familiar como la de todo el mundo. Entonces Ozzy, porque Martín dice que yo hacía el chiste con Ozzy justamente, llegaba a su casa y se sacaba la capa y el maquillaje y le decía a la esposa «Vieja, preparame un mate» o algo así. Es verdad que yo decía eso en mi pelea sorda contra los amantes de Scorpions y Def Leppard y que podía muy bien ver la farsa del rockero glamoroso de moda en los ochenta y que podía ver también el fin de la farsa pero tenía este estúpido superpoder de saltearme enteramente los años jóvenes y llenos de gloria donde la farsa se confunde con la vida misma. Como esos niños sobre-adaptados y demasiado maduros que no pueden ser lo suficientemente niños para tomarse sus juegos en serio.

Dias después leía una novela de Franzen solo en la cocina. La temperatura era un poco más alta que la del fin de semana cuando parecía que había llegado por fin el invierno (una avanzada). La historia de un amour fou. No solo y ni siquiera principalmente, pero todas las historias son al fin de cuentas historias de amor. Un gran secreto, una y varias traiciones. Había cosas nuestras claro. Las novelas son como los horóscopos donde siempre nos reconocemos. La astrología es una falsa ciencia, pero es un hecho que hay mejores horóscopos que otros y hay novelas que nos describen mejor que otras. ¿Cómo puede ser eso? La chica no era exactamente como ella ni yo llegué virgen al matrimonio (simplemente porque nunca me casé) y sin embargo era ella en sus rasgos más personales y mi yo secretamente enamorado de eso que era de ella y de nadie más.

Las novelas son como los horóscopos donde siempre nos reconocemos. La astrología es una falsa ciencia, pero es un hecho que hay mejores horóscopos que otros y hay novelas que nos describen mejor que otras.

Volvía a leer una novela de Franzen, Purity, después de releer un ensayo sobre sí mismo que bien podría llamarse El Observador de aves. Entonces ahora sonrío cada vez que leo a Franzen describir aquí y allá los pájaros de su jardín, descripciones que la mayoría de las veces pasan como esos momentos en que la cámara se detiene en un objeto o un paisaje por un instante para hacer una pausa. Fue la primera noche que regresé a Boedo. Empecé a revisar la biblioteca como si fuera ajena de tanto tiempo que no ponía los pies por ahí. Esa noche dormí en la terraza que es un espacio semi cubierto lo que me permite ver el cielo cuando abro los ojos a la mañana. Vi aparecer un benteveo en la terraza ese mismo día y en los días que siguieron.

Purity es una novela acerca de madres terribles también. Tan terrible ha sido su propia madre parece que tiene que inventarse varias madres terribles porque una sola no le alcanza. Después de la época de La Flor, de la época de películas serias de MUBI, después de la época de los documentales de música y después de la época de nadar en la pileta atado con una cuerda, me llegó la época de los escritores norteamericanos de mediana edad, divertidos pero complejos como Franzen y Foster Wallace. En mi cabeza son escritores de mediana edad y Foster Wallace está vivo. Puede que todo esta puesta entre paréntesis se trate del tiempo que necesitamos para terminar la Broma Infinita. Puede ser que está es al fin de cuentas la Broma Infinita.

Me quedé en la terraza y por dos días consecutivos me desperté con la ciudad todavía a oscuras y me fui a ver al amanecer a la reserva ecológica. Hay grupos de tordos y cotorras sobre la vereda. Vi una gallareta picoteando entre las palomas y dos tres cardenales lo que me llenó de emoción porque quiere decir que estuvieron todo el tiempo allí cuando pensábamos que estaban muertos. Cuando crucé paseo Colón vi una silueta flaca y una melena blanca rala como la de Carlos Bianchi. Iba trotando despacio. Era Osvaldo. Debe ser el primero en salir de toda la ciudad. Asomaban las primeras luces, pero estaba oscuro todavía. Osvaldo era una silueta. Anda cerca de los setenta ya y me contó que está ayudando a entrenar a su hijo que va a estudiar educación física. Anduvimos un trecho juntos, él a su ritmo y yo con la bici y charlando. Ni una nube. Mientras yo ataba la bicicleta el siguió dandole por la costanera. Ya estaba colorado detrás de los árboles.

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