Will Samson, Eat, sleep, travel, repeat. Me levanté con esa canción en la cabeza. Me desperté con la melodía pero no sabía el nombre. Ya no sabemos el nombre de las canciones. ¿Puede haber una mejor descripción para lo que quiero de mis días? Me dije cuando lo descubrí y sonreí. Desperté de madrugada como si el cuento sin terminar de Moore me estuviera llamando. Agarré el libro y avancé un poco más pero me volví a dormir antes de finalizarlo. Lo hice esta mañana en el desayuno. ¿Lo hice? Anoche había terminado «The Friends of Eddie Coyle». Fue extraño, más como un choque que un fin. De golpe no seguía más. Una muy buena novela. Vi un poco de una película de artes marciales y me dormí (por primera vez). La mañana fue más fría de lo esperado y tardé en salir. Esta parte de la ruta era como me la imaginaba. Una serie de localidades al pie de los cerros que parecen chatos pero a medida que uno se interna en ellos van apareciendo maravillas, en capas, como alguien que se va sacando ropa. La ruta invitaba a andar y seguí por ella, por la costa del cerro como dicen aquí. En un giro de 90 grados la ruta 40 dobla hacia el Oeste. Yo seguí de largo directo a las montañas. En el fin del camino había un rancho y un hombre simpático con el que hablé un rato. Se fue a trabajar en el petróleo al Sur, se casó, tuvo dos hijos, uno en Australia y la otra en Trelew. Se jubiló y vuelve de tanto en tanto al pago. Es joven y feliz. Me indicó que siguiera el curso del río seco que llega a un arroyo que bajaba entre grandes rocas. Subí entre las piedras para admirar el paisaje. Pozones de agua en un espinal siempre es una maravilla. Y los cactus y los cerros y el silencio. Traté de meditar un poco y volví contento a charlar con Jesús. Así se llama el hombre. Al llegar al camping había un jeep cerca de mi carpa y una pareja sentada leyendo. Me sentí ultrajado. Habían invadido mi espacio. Para peor saludé y apenas respondieron. Los hippies viajeros estaban haciendo pan en un tacho con leña. El dueño del camping es un cordobés que se cansó de la ciudad. ¡Pero sí Córdoba es un pueblo! pensé. Kidding. Me gusta mucho el camping. Su esposa era de aquí y por eso decidieron venirse. Los escuché discutir por la noche. Mentira. Es que estoy influenciado por los cuentos de Moore y veo parejas envueltas en situaciones increíbles por todos lados. El cordobés se llama Eber que es nombre de peruano. Pero cuando apareció era alto y canoso. Nada peruano at all. Me perdí mi chance de decir: «Mi mamá nació en Cordoba». Martín dice que a mi madre le sale la tonada cuando dice mi nombre. Martín, no digas esas cosas. El padre de mi madre era un mujeriego. Eso dijo mi madre durante años aunque ahora cambió un poco. Madre está desorientada. Ahora son las canciones de Joseph Arthur. Después de charlar con Jesús (la persona) me fui hasta las ruinas. Lo mejor de las ruinas es siempre su ubicación. En esa época cuando no había nadie se podía elegir la mejor vista. Todo el valle, el cañón y el río. El cielo. Están queriendo hacer una atracción turística del asunto y hay dinero y carteles que dicen: aquí vivió gente antigua. Hay antropólogos hijos de algún político escribiendo así que usan otras palabras pero dicen eso básicamente. Hace mucho todo esto era un oasis que albergó vida. Traté de meditar por segunda vez en el día. Joseph Arthur canta: eres joven y libre. Es una gran canción aunque se pueda creer lo contrario. El título: somewhere with you. Enamorarse es un acto estético de los que muchos se enamoran. En algún lugar con vos. Si se pudiera cumplir lo que toda esa frase promete.

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