I – Unos estupores

Ya una de las primeras preguntas en la charla con Nanni Moretti en el BAFICI había causado cierto estupor. “¿Qué significa ser comunista hoy?” le preguntó una chica del público, haciendo un guiño a una escena de Palombella Rossa, cuando Michele Apicella intenta responder esa pregunta en los flashbacks del debate televisivo. Hubo murmullos de reprobación en la sala. Probablemente para quienes no habían visto o no recordaban esa escena la pregunta resultaba brusca y absurda, o quizás la recordaban, pero aun así les pareció impertinente. Hay cierta competencia entre los espectadores en estas sesiones de Q&A, que en general son un sufrimiento para todos. Todos creen que las preguntas de los demás son tontas, y la suya es la única interesante, y ni hablar del cholulismo que se despierta. Una inclemente lucha por ser el mejor amigo del invitado, protegerlo de la estupidez de los demás y demostrarle que son iguales, que piensan igual, y que podrían ser amigos íntimos si se dieran las circunstancias. La gente se pone medio insoportable siempre, pero especialmente en los Q&A. Nanni respondió con un chiste (algo así como que no podía contestar eso por si había periodistas italianos en la sala) y la charla siguió en sus carriles normales: infinidad de preguntas genéricas sobre la realización en su dimensión más práctica, preguntas posibles para cualquier autor, malo o bueno. Cómo escribe las películas, cómo trabaja con los actores, cómo trabaja con los montajistas, cómo trabaja con los sonidistas, como hizo su primera película, cuánto tarda en renderizar los videos, etc. Y ahí Nanni se explayó más, describiendo esos procesos pormenorizadamente, con desgano pero con detallismo, una combinación no muy atractiva. Con las pocas preguntas que le hicieron sobre su visión del cine, de la relación con la política, del compromiso o no de los artistas tomando Aprile como pivot, respondió más evasivamente.

Hacia la mitad de la charla llegó el segundo momento polémico, y el de mayor estupor. Un chico le preguntó si conocía la situación del INCAA y qué opinaba, y esperablemente la reprobación fue mayor, esta vez en forma de gritos de “¡hablen de cine!”. Sí, gritos. En fin, Moretti respondió que no estaba al tanto, y le pidió al muchacho, tal vez con malicia, que se la explicara. El preguntando se hizo una ensalada, no dijo nada de lo importante y terminó saliendo del apriete con una pregunta más bien general sobre el apoyo estatal a la industria. En las repercusiones del incidente en las redes sociales y otros espacios virtuales se habló del “salame” que preguntó sobre el INCAA, y algún otro calificó la situación como un “bochorno”. Todo muy ridículo y exagerado. Ahora bien, la cuestión es que el bochorno no pasó por lo mal formulada de la pregunta, ni por lo mal que explicó el pibe la situación, el bochorno fue que se hablara de política en una charla de cine. Ese “¡hablen de cine!” desencajado, esos gritos correctivos. Que sea un tabú preguntarle de política a un director como Moretti marca una manera de entender el cine por buena parte de la cinefilia porteña. Quiero decir, nadie le exigió Que sea un tabú preguntarle de política a un director como Moretti marca una manera de entender el cine por buena parte de la cinefilia porteña.una posición, se le preguntó si estaba al tanto, una pregunta posible para una figura tan vinculada con la política en su obra y en su vida. En una de esas le había llamado la atención que hubiese una manifestación tan concurrida sobre la situación de la industria en el mismo festival al que había llegado como invitado. Sin embargo, para buena parte de la cinefilia porteña preguntarle si había averiguado algo y qué pensaba al respecto era inadmisible; para esta cinefilia muy politizada pero que a su vez rechaza las lecturas ideológicas y que parece entender el cine como un sistema cerrado sobre sí mismo, cuyas lecturas no pueden pasar más que de una inmanencia infinita(la referencia de la referencia de la referencia) ese tipo de preguntas está vedado. Para esa cinefilia el cine no habla del mundo más que para encajarlo en los casilleros de (“profundamente”) humanista o (“cruelmente”) misántropa o para señalar algún gesto bienpensante de una película de superhéroes y magnificarlo según el dogma posmoderno. Para esa cinefilia esas dos preguntas no son sólo dos preguntas boludas más, de las miles que hay en cada Q&A, son dos preguntas directamente inadmisibles.

La charla continuó convenientemente desideologizada. El mismo Nanni parece ya medio harto de todo, o al menos así lo estaba en la charla y en las dos sesiones de preguntas y respuestas post películas donde lo encontré, y se mostró siempre más dispuesto a rememorar que a pensar. Tiene más de sesenta años y es normal, y además ya ha hecho demasiado por el mundo como para cuestionarle que se haya vuelto un viejo choto. Pero sí, el Nanni que estuvo en Buenos Aires fue uno mucho más afín y digerible para esta cinefilia. De cualquier manera, esto es secundario.

Después de la charla, me quedaron algunas preguntas, algunas curiosidades. ¿Qué ve la cinefilia porteña de derecha en el cine de Moretti, especialmente de Aprile para atrás? ¿Qué ve en Michele Apicella? ¿Qué ve en Io sono un autarchico, en Palombella Rossa, en Aprile, en La Cosa? Leí en tweets y en comentarios generales a varios exponentes emblemáticos de esa cinefilia como seguidores de Nanni, lo que lógicamente no tiene por qué sorprender, más con una obra que está muy lejos de ser panfletaria, y que incluso en las películas más políticas aborda un montón de otras cosas. Pero aun así tenía curiosidad. ¿Qué ve la derecha en ese cine que ama tanto como yo? ¿Cómo lo ve? A partir de lo que escuché en la charla y leí durante toda la semana, pensé que buena parte de esa cinefilia construyó su apreciación del morettismo (al menos de Aprile para atrás) principalmente a partir de entender a Apicella/Moretti como una especie de Woody Allen europeo, es decir como un neurótico, obsesivo, y terco, pero más agudo o culto, o con mayor capacidad poética. En esa mirada, la política y el deber con las “cosas justas” que grita en Caro Diario son sólo un aspecto más de ese carácter polemista, y hasta un elemento de cierta extravagancia. ¿Qué ve la derecha en ese cine que ama tanto como yo? ¿Cómo lo ve?Lo político es una cuestión secundaria, una característica más que hace a la construcción de un personaje inconformista, pero sin que tenga mayor profundidad o interés que su gusto por los dulces. Para citar un ejemplo, en el libro editado por el BAFICI (Ecce Nanni*), hay un texto de Leonardo D’Espósito que es un buen ejemplo de cómo lee esa cinefilia una película tan fuertemente política como Palombella Rossa (el texto es sobre la película, y no sobre la obra en general). Textualmente, D’Espósito dice: “… a pesar de tener como tema la discusión que un dirigente comunista tiene consigo mismo, sus ideas, su historia, sus obsesiones y sus gustos, su base es la idea de que lo más importante que hacemos en nuestra vida es jugar”. Es decir que más allá de las preguntas por las contradicciones, del desamparo ideológico, de la crisis de identidad, del cómo, hacia dónde y con quién encarrilar la militancia y el descontento con el mundo, “lo importante es jugar”. Parece una solución new age que bien podría aparecer en Palombella Rossa, en esa genial escena en la que todos revelan tener un mentor “que le cambió la vida” a partir de frases pretendidamente inspiradoras. D’Espósito dedica cinco líneas más a lo político en Palombella Rossa para señalar la relación con Diálogo de exiliados de Raúl Ruiz, y cómo Moretti se inspiró en esa película para condenar los dogmatismos de la izquierda. Y está bien, pero no está bien; porque es correcto, pero también es un reduccionismo, es convertir rápidamente la mirada de Moretti o la de Ruiz en la de simples arrepentidos que denuncian los horrores del pensamiento maniatado. Ese es un problema común en películas como las de Moretti y Ruiz, que son vistas desde la izquierda como traición y desde la derecha como autodenuncia o confesión de parte, cuando no son ni una cosa ni la otra.

II – Un desagrado

Con estas cuestiones encima fui a ver justamente Palombella Rossa al Gaumont. Hace mucho que no la veía pero siempre la consideré perfecta. Es al mismo tiempo cómica, política, reflexiva, melancólica y poética, sin perder nunca una dimensión en favor de otra, y tomando como eje un partido de waterpolo. No sé si vi algo así en otra película, y la considero prácticamente un milagro. Ratifiqué todo lo que pensaba de la película, pero esta vez me quedé trabado en una escena. En esos flashbacks de Apicella en el debate televisivo contestando las preguntas burlonas de los panelistas, unos viejos que no hacían más que reírse de él cuando afirmaba tímidamente que la izquierda seguía viva y que tiraban metáforas enrevesadas sobre la inviabilidad de otro sistema para el mundo. Y no pude dejar de asociar las risas burlonas de esos viejos cancheros con las risas de los viejos y jóvenes cínicos de ahora, tal vez viendo Palombella Rossa. No pude dejar de pensar que seguramente mucha de la gente que se reía en la sala conmigo se reía con el mismo cinismo que esos viejos. No es la misma risa. Donde algunos nos reímos con melancolía, por el evidente fracaso de la izquierda, por no haber podido ofrecer una alternativa justa y democrática a un sistema de mierda, otros tienen la risa de esos panelistas, la risa de los tuiteros, ese placer cínico de sentenciar con desdén que el único sistema posible es uno excluyente y salvaje. Uno entiende aunque no comparte el creer que no hay una opción mejor que el capitalismo extremo, ¿pero por qué ese deleite? Ese placer en la idea de que el único sistema posible es uno que conlleva inherentemente miseria y desigualdad. En fin, donde nos reímos con amargura por el desandar tragicómico de una derrota, otros se ríen de un pintoresquismo, de la extravagancia izquierdista, utópica, ante un mundo que no tiene otro modo de ser. No es la misma risa.

Todo esto puede parecer paranoico, pero creo que es una paranoia justificada. Y comprendo bien que este desagrado tiene mucho de irracional, y que no tengo forma de saber que la gente que se reía en la sala efectivamente lo hiciera en ese sentido (además como era en el Gaumont quizás la cinefilia de derecha era minoría aquella noche, ¿verdad? Esto último no lo digo en serio, aunque sea cierto). Tampoco puedo decir que esa risa “esté mal” o valga menos que la mía, por supuesto. Pero en cualquier caso es desagradable reír al unísono con esa otra risa, esté o no presente en ese mismo lugar y en ese mismo momento. Es un desagrado. Y probablemente esto último no tenga nada que ver realmente con el cine de Moretti, ni con el cine en general ni con nada. Pero también, como dice Nanni, no tiene que ver, pero tiene que ver. En cualquier caso, qué risa de mierda.

* Es justo decir que en el mismo libro hay un buen texto de Sergio Wolf, que toma la cuestión de las incertezas como eje en la mirada política de Moretti, en contraposición con cierto cine político. Por otro lado, es muy saludable que se editen libros especiales en el BAFICI (aunque sean recopilaciones de entrevistas en un papel feo), pero es increíble la cantidad de errores ortotipográficos evidentes que tiene el libro. Supongo que fue editado de apuro, pero un pase de corrección más no habría venido mal.

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4 Lectores Comentaron

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  1. Oscar Cuervo on 6 mayo, 2017
    El mejor texto que leí hasta ahora sobre esta edición del BAFICI. Felicitaciones Juan Zino, a quien no tengo el gusto de conocer.
  2. Diego on 5 mayo, 2017
    Lo que saqué en claro de la nota es que el que la escribio es un gil que se cree importante e iluminado lo que lo hace más gil
    • Antonio on 17 mayo, 2017
      ...bastante poco sacaste entonces. Aprende primero a leer, después se critica, si se sabe cómo.
  3. Patricia on 4 mayo, 2017
    Breves comentarios: Yo estuve en la charla de Nanni y escuché sonrisas de apoyo a la pregunta acerca de qué significa ser comunista hoy. También escuché los abucheos al que preguntó por la situación que atraviesa hoy el financiamiento del cine a lo que Nanni respondió sin titubeos que estaba a favor de que el estado financiara el cine, de modo que descarto la presunción de ironía ante el pedido de que se le contara la situación que estamos atravesando. Tildar a alguien de viejo y descalificarlo en fin... En cuanto al cómo piensa al cine en relación a lo político dijo unas cuántas cosas que sería bueno escuchar ... y mejor aún ver sus películas.

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