Voy a hablarles de Nick Cave

Mientras espero el disco nuevo de Nick Cave me puse a escuchar los viejos. Ahora está The Good Son. Es del 90. En ese año todavía no había nacido el hijo de Cave que murió el año pasado. ¿Cómo aparecerá esto en las nuevas canciones?. Ya me pone triste de antemano y no quiero imaginar nada.

Con la discografía completa en la biblioteca del streaming a mi disposición, empecé hace una semana a revisitar estas canciones, había escuchado por lo menos una vez cada álbum. Y por eso ahora alguno de estos discos viejos se transforma en nuevo. Cada tanto aparece alguna canción que me hace apretar el botón derecho y bajar hasta llegar a clickear lo de Añadir a playlist. No podía ser que no tuviera un compilado de Cave me dije el otro día que apareció “Into My Arms” en 6 Music y quería más. Es rarísimo que pasen a esta gente en la radio, no?. Es rarísimo que esto parezca rarísimo también.

No soy bueno para los nombres de las playlists. Luego de descartar referencias religiosas, por un par de minutos pienso que “Voy a hablarles de Nick Cave” está buenísimo. Cave, hecho un pibe de 30 años, camina hacia el frente del escenario y piensa “no voy a hablarles de una chica”, pero cuando llega al micrófono dice “quiero hablarles de una chica”, la primera frase de «From Her to Eternity». La escena está en Las Alas del Deseo de Wim Wenders, un VHS violeta que alquilé un par de veces del que más que nada me quedó grabado eso.

Es curioso que en mi listado de playlists, “Voy a hablarles de Nick Cave” haya quedado acomodado entre las de los últimos discos de Barry Adamson y Mick Harvey, el bajista y el guitarrista fundadores de los Bad Seeds. El primero dejó la banda en el 87, el segundo en 2009. Los dos sacaron discos este año, a uno se lo escucha cómodo en su propio universo, el otro sigue traduciendo a Gainsbourg al inglés. En esa primera versión de la banda también estaba Blixa Bargeld, que andá a saber si estará planeando algo con Einstürzende Neubauten. Había otro guitarrista más en el comienzo, Hugo Race, que recién lo conozco ahora que fui a chequear a Wikipedia si los nombres estaban bien escritos. Vi a los Bad Seeds que vinieron en el 96 (fue en el 96, no?). Estuve en la última fila del Ópera y contra la valla adelante de todo en la cancha de Ferro. Lo del teatro fue increíble, lo del estadio muy extraño. ¿A quién se le ocurre hacerlos tocar de día? Cave estaba de traje celeste, no recuerdo haber visto a nadie más usar un traje de ese color. Antes estuvo esa noche en el Ópera que yo no quería que se terminara. Fue intensa y movilizadora, pero se terminó y no me acuerdo mucho, puedo mostrarles el agujero en mi memoria por el que se fue esa noche (por suerte alguien subió el setlist de aquel show). En esa gira también tocó en Prix D’ami, pero ahí ya no estuve, mis amigos dicen que debería haber ido, era una buena oportunidad para entrar caminando y verlo en el escenario, como en la película, pero sin escuchar los pensamientos de los demás, por favor.

Pensaba en todo esto mientras seguía revisando la batea de la biblioteca y agregaba canciones a lo tonto. Si bien tengo en mis manos Kicking Against The Pricks desde 1988, recién en el 96 empezaría a incorporar los discos a medida que iban saliendo (Murder Ballads, The Boatman’s Call, No More Shall We Part, uno mejor que el otro). Con la revolución del CD, un toque antes de la revolución de Internet, empecé a cubrir el espacio previo al año 96. Con la presente (uf) revolución del streaming, mientras trato de no marearme, salto años como charcos y armo mis 40 principales de Nick Cave & The Bad Seeds.

Kicking Against The Pricks es el tercer disco. El de los covers. Mi puerta de entrada. Un disco que al principio me dio miedo, o más bien incomodidad. Miedo me daban un par de temas de Bauhaus, ese miedo a la locura de los demás, ¿qué es lo que hace que alguien se pierda en su propia mente, se enrede en sus propias obsesiones y no pueda volver a desatarse? Esa gente que parecía atrapada en sus pesadillas y en peinados imposibles me ponía nervioso al principio. Después le encontré la gracia al tema de los pelos.

kickingEn ese disco estaba “All Tomorrow Parties”, una versión que escuché dos años antes de conocer la versión original. Ya conté lo difícil que podía llegar a ser conseguir cierta música en la Ushuaia de los años 80. El de la Velvet y Nico finalmente llegaría grabado en un cassette marca Musimundo, pero esa es otra historia. Kicking… sonaba áspero y desafiante en ese vinilo, en este streaming sueco de hoy suena lavado y amistoso. Ese vinilo era brasileño y me lo traje de mi viaje de egresados al país de Pelé, los estudiantes fueguinos no van a Bariloche al terminar la secundaria, por lo menos en esos años era así, nos abrían la puerta de la isla y nos íbamos a buscar el calor. Cuando ponía Kicking Against The Pricks pensaba que la púa estaba sucia, que los parlantes andaban mal. Cuando llegaba el coro de “Muddy Water” ya se me había pasado y me quería emborrachar para cantar con ellos. Won’t be back to start all over/ Cause what I felt before is gone. Después venía el pantanoso «I’m Gonna Kill That Woman», las bellas “Sleeping Annaleah” y “By the Time I Get to Phoenix”. También estaba “Hey Joe”, que me hacía subir el volumen, que nunca era suficiente.

Y “All Tomorrow Parties”. Faltaban dos años para que tuviera el primero de la Velvet, un disco que aparecía nombrado cada vez más en las cosas que leía y que nadie que conociera lo tenía ni lo había escuchado. Esa promesa de todas las fiestas del futuro engrandecía al disco de Cave, me hacía ponerlo para cambiar de humor, era escucharlo como para despertar un instinto de alerta, algo así.

Canciones para un cabaret dark (esta era una banda de sonido perfecta en plena decadencia del alfonsinismo y un rato después en el primer largo invierno del menemismo, un invierno más largo y frío que este), sonidos que ahora veo que adelantarían lo que vendría en los discos de los años siguientes, esa capacidad de ir de una belleza imposible de definir al horror, de hacernos sentir que podríamos ser perfectos asesinos y un minuto después hacernos creer que somos los seres más vulnerables de la tierra.

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