Ahora sí, escribo esto desde la comodidad absoluta del hotel Koryio, ubicado en la ciudad de Puchon, Corea del Sur. Finalmente, llegamos.
Pero antes…
El aeropuerto de Dubai es un lugar extraño y fastuoso (aunque no tanto como uno se lo podría imaginar, y a pesar de que sus instalaciones contengan una piscina con peces, similar a la que alguna vez hubo en el subsuelo de la Galería Jardín). Hay algo tan irreal en los aeropuertos (incluido el estado mental de las personas que circulan por ahí) que se hace difícil describirlo sin caer en lugares comunes.
A simple vista, se parece a cualquier aeropuerto del primer mundo, pero es en los detalles en donde están las diferencias. Por ejemplo: en los baños uno se puede duchar, y no hablo de algo hecho a las apuradas para evitar malos olores después de horas de viaje. No, una ducha como la que cualquiera de nosotros nos daríamos en nuestras casas. Entre estos detalles están las “Prayers room”, habitaciones donde las personas pueden ir a rezar y que están señaladas en los carteles de informe. Por estos lados del mundo, rezar es tan importante como saber a que hora sale el vuelo K322 o donde hay que reclamar el equipaje.
Aunque debo reconocer que mi paso por este aeropuerto fue demasiado rápido y con muchos nervios. Acostumbrado a los problemas de último momento que suelen surgir en nuestra patria y paranoico por la información cruzada sobre la visa para pasar por Dubai, hicieron que esté en la zona de pre-embarque casi dos horas antes de que salga el vuelo. Vuelo que finalmente se atrasó una hora.
A la vuelta prometo tomarme más tiempo para recorrer las instalaciones y sacar fotos, otra deuda que quedó pendiente, debido a mi torpeza, malas experiencias sacando fotos en aeropuertos junto al amigo Conde, y a una cámara de fotos prestadas que se niega a hacer lo que le digo. Todo el tiempo que estuve era de noche, así que apenas si pude ver algunas luces de la ciudad allá a lo lejos. Sin dudas Dubai, la ciudad, debe ser un lugar hermoso. Y como todos los lugares hermosos, también contiene su parte terrible. En la página de Emirates Airlines advierten claramente, que si uno pasó por Israel, tiene la entrada prohibida:
Warning:
Visitors holding passports containing any Israeli visa or stamp could be refused entry.
Dejamos Dubai y partimos, finalmente, para Corea del Sur.
El tramo de este viaje duró solamente nueve horas y, a excepción de unos bruscos movimientos del avión minutos antes de aterrizar, no pasó nada especial. El servicio siguió siendo increíble, aunque uno no puede dejar de sentirse como un pollo de criadero al ser alimentado constantemente con cosas ricas mientras mira una pantalla con imágenes que se mueven todo el tiempo. A esta altura mi cerebro no reconocía otra cosa que la necesidad de alimentarse. Así que dejé pasar la oportunidad de ver LIFE WITHOUT PRINCIPLE de Johnny To (una de las cinco mejores películas del año, cualquier año), ya que me dio un poco de pudor ver semejante maravilla en esas condiciones y me dedique a la quinta temporada de 30 ROCK esa genialidad que hace Tina Fey. Y así transcurrió el viaje, entre series norteamericanas, la imposibilidad de dormir y azafatas que me daban de comer. No hubo más que eso.
Finalmente, arribamos al aeropuerto de Incheon, en donde después de un subte, pasar por los controles de migraciones y demás, me esperaba la gente del festival.
Es un lugar común (de nuevo los lugares comunes, no hay caso) decir que una imagen vale más que mil palabras. Pero no me queda otra, incluso desde un lugar tan exótico como este. Me despido con esta foto que pone término a esta primera parte del viaje y al comienzo de la verdadera aventura.
Me despido hasta la próxima postal coreana.
Marcelo Alderete, toro en mi rodeo y torazo en rodeo ajeno.
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