Antes que nada, una necesaria aclaración: durante décadas (dos y media, casi), fui (¡y soy!) un amante de los Pixies. Hubo momentos en los que supieron ser mi único interés en la Tierra. Después se separaron y se volvieron irreemplazables. Por desgracia, Indie Cindy parece señalar que esa condición sigue inmutable: los Pixies no pueden ser reemplazados ni siquiera por ellos mismos…
La primera observación, y la más obvia, es que las canciones son más largas, prácticamente un pecado para una banda que supo hacer de la contundencia uno de sus principales estandartes. En vez de ir al grano, algunos de los temas parecen girar sobre círculos concéntricos en los cuales la banda ya ha estado, conquistándolos con envidiable energía y creatividad, algo que parece haber quedado atrás en el tiempo. Ninguna canción baja de los 3 minutos, sin extenderse mucho más, por suerte. Pero vaya que giran en sí mismas…
Que el disco sea la recopilación de tres eps, puede hasta ser una idea original, muy “de estos tiempos” en los que la fisicidad de la música parece retroceder millones de casilleros por segundo. Sin embargo (acá vamos) ya desde el comienzo se trata de una experiencia bastante menos estimulante de lo que se podía esperar. “Indie Cindy”, el horrible nombre elegido por una banda otrora misteriosa y abrecabezas en ese ítem (¡Come On Pilgrim, Surfer Rosa, Trompe Le Monde!) es un palidísimo puntapié inicial para el “primer disco de estudio oficial” de la banda tras 23 años. En contrapunto, es acertada la convocatoria del reincidente Gil Norton en producción, que en el interín trabajó con mucha gente, de Patti Smith a los Foo Fighters (sí, también con los Counting Crows, y más): Norton supo sacar toda la energía desbocada de los Pixies circa Surfer Rosa (producido por Steve Albini) y registrarlos con una de las más respetosas y cuidadas dedicaciones, balanceando lo visceral con una envidiable dosis de cualidad cerebral, algo que se comprueba escuchando Doolittle, un disco redondo, perfecto, en el que la banda demuestra su talento sin límites. Ahí las canciones son prueba viva de las artes compositivas del cuarteto, pero también de su potencia interpretativa, de lo tremendamente ingeniosos que supieron ser. Corte a: los límites. Por desgracia, Indie Cindy parece indicar que esa condicion sigue inmutable: los Pixies no pueden ser reemplazados ni siquiera por ellos mismos
Veinticinco años después, es absolutamente injusto exigirle a estos buenos muchachos tener ideas brillantes, sonar frescos e innovadores, e, inclusive, exigirles que sean los Pixies. Los puristas podemos quejarnos de que sin Kim Deal la banda no es LA banda, pero está claro que el problema va por otro lado, no sólo por la pérdida de una de sus cuatro integrantes fundamentales: quizás, los Pixies ya nos dieron las mejores canciones que nos podrán dar. Quizás, muchos de nosotros deberíamos aprender que no se les puede exigir genialidad absoluta y permanente a nuestros ídolos. Que con una carrera de cuatro impecables álbumes, algunos eps y lados b, ya es suficiente. Y que los shows actuales, altamente disfrutables, chamánicos o relativos fiascos, son escenas de una época ya pasada. Es innegable que Black Francis se envició vocalmente con ese Frank Black que también le ganó la pulseada al viejo songwriter. También lo es que David Lovering no encontró dónde brillar con su batería de relojería. O Joey Santiago y su guitarra que desata infiernos, pero sólo en esta dinámica grupal. Indie Cindy es, quizás, lo más parecido a Frank Black en zapada con Lovering y Santiago: hasta se dedican con calculada intencionalidad a revisitar viejas fórmulas, español trucho incluído, aunque muy lejos de aquel Isla de Encanta.
El disco nuevo era un paso lógico. Después de todo, la banda venía siendo una máquina de dar recitales en vivo calcados, como demuestran los incontables registros en YouTube. Hacía falta demostrar(se) que son una banda y no una altamente efectiva agrupación de covers de los Pixies. Se fue Kim Deal, para abocarse a la misma mecánica, pero con las Breeders. En escena, la reemplazó brevemente Kim Shattuck, despedida por pasarse de entusiasta con un stage diving, y se sumó la talentosa Paz Lenchantin, una inesperada Pixie argenta. En estudio, para grabar Indie Cindy, llamaron al bajista Simon «Dingo» Archer, que suena prácticamente como Kim Deal, hasta con la voz, en ocasiones.
Veinticinco años despues, es absolutamente injusto exigirle a estos buenos muchachos tener ideas brillantes, sonar frescos e innovadores, e, inclusive, exigirles que sean los Pixies.
Pero,volvamos al disco, como si de una obra pensada con construcción clásica se tratara, que esto se desvirtúa con fuerza concéntrica, como alguna de sus canciones. Los alaridos iniciales de What Goes Boom sirven de singular apertura y declaración de principios: con sus riffs de heavy metal y su estructura innegablemente pixiana, tiene lógica que sucesión sonora, combinando astutamente elementos de Bossanova y Trompe Le Monde, con cierta energía primal. Pero la pertinencia de ese track inicial es contrarrestada por la seguidilla Green and Blues / Indie Cindy, que no podrían sonar más Frank Black, con toda la carga negativa que esto puede tener (no, nada grave, lo sé, pero…). Bagboy, el primer corte de esta nueva etapa de la banda, es un lindo truco de prestidigitación aunque, a la vez, muestra el doble fondo de la formulaica galera: aquí están todos los elementos esenciales de cualquier canción de la banda, hasta la clara intención de modernizarse, pero algo falla en el proceso, evidenciando cierta pérdida de esencia. Bagboy es, a la vez, novedad y decepción. No pasa lo mismo con todos los temas del disco: ahí están Blue Eyed Hexe y Andro Queen, que si bien también pueden leerse como temas menores en “el gran esquema de las cosas”, tienen una impronta más “sincera”, quizás por su ejecución. Hay más canciones, por supuesto, pero quedan un poco deslucidas ante las enumeradas. Mientras escribo esto, no puedo negarlo, pienso que quizás haya que encontrarle el hilo a cada una de ellas, el lugar por dónde entrarles. Tengo muchas ganas de que esto suceda. Mi fanatismo me lo exige tanto como el corito de Jaime Bravo (¡y “el trapecista que camina por la cuerda”!), me lo niega…
Indie Cindy es una realidad. No es terrible, pero dista mucho de lo que se podía esperar de los Pixies. De lo que solían ser los Pixies, al menos.
La banda, por suerte, también sigue siendo una realidad en los escenarios del mundo. Y allí, por más que los viejos “hits” sean disparados de manera mecánica, los Pixies brillan. Quizás ese sea el lugar más pertinente para estas doce canciones nuevas. Que sean bienvenidas al mundo, entonces.
En pocas palabras: Esperado regreso al estudio de una de las bandas que más alegrías nos dio. Tené cuidado con lo que deseás…
Para escuchar: En bolas y a los gritos. O todo lo contrario…
Recomendado si te gusta: Pixies, che.
Dijo Víctor: ¿”Indie Cindy”? ¿Cuánto falta para que alguna banda local saque un disco que se llame “Piba alternativa” o “Ester Hipster”?