«Este es mi mejor amigo. Yo le enseñé a tomar whisky» me dijo. En el escenario la banda de covers terminaba su show. Cuando llegué el lugar enorme estaba casi vacío pero a los músicos no les importaba. Toto, Def Leppard, The Outfield. ¨Mi amigo es carcelero¨ me dijo. Le pregunté dos veces para asegurarme que escuché bien. Para ese momento la banda ya se despedía con Ghostbusters a toda orquesta. Antes de ayer (fue tan solo días atrás) cuando comencé el descenso y volví a ver el volcán y las pasturas amarillas me emocioné un poco. No hay que dar por sentado los volcanes. Andar a 4800 metros de altura siempre es como andar en la luna. Hicieron Let’s dance. Estoy seguro que ni saben quién es David Bowie. ¿Quién elegirá los temas? Ahora viene una de Bon Jovi me dije y acerté. En la frontera mientras hacíamos los trámites migratorios apareció otro tipo en bicicleta que entró caminando como si fuera Andrés Calamaro. Una amiga los llama los Calamaros del mundo. Alto, canoso y apuesto, voz de locutor. Cuando se despidió me dio la mano y se presentó: Bebe. El tipo iba solo con la bicicleta y una camioneta lo seguía atrás. En algún momento le dije «No tengo dinero pero tengo mucho tiempo». «Yo tengo mucho dinero» me respondió. «Y tiempo también». Con Vincent en San Pedro pasamos por la puerta de Awasi que es un hotel donde trabajé. La noche sale unos 2000 dólares. Me sentía una puta de lujo en esa época. Era lindo. Cuando volví a Salta e hice el recuento del dinero me faltaban 200 euros y 800 dólares. Era mi dinero de seguro. El fajo de billetes que era mi fantasía de que puedo desaparecer cuando quiera. Un fajo voluminoso de billetes de baja denominación (pura pinta) que me había acompañado por tres continentes durante seis meses. El asunto vino mal barajado. En mis pensamientos más de una vez ensayé posibles escenarios de robos más o menos violentos en alguna ruta perdida, en algún campamento estilo Deliverance o en los suburbios de una gran ciudad. No. Me robó el tipo que trabajó conmigo y que me había mostrado fotos de sus hijos. Lo peor es que nunca sabré si fue él en verdad. Es difícil agarrar a alguien con las manos en la masa. Aunque casi sucede. En la frontera revisaron el vehículo con cámaras y lo vi pasearse super nervioso. Se intuía algo raro, llegué a pensar que escondía droga y que íbamos a quedar pegados todos incluyendo los turistas que pensaban que habían pagado por lo mejor. Siempre creemos que pagamos por lo mejor. No escondía droga, escondía los billetes que me había robado. Cuando lo descubrí no lo podía creer. En verdad sí lo podía creer y por eso me sentí un estúpido. Era más o menos obvio que algo así iba a pasar. Yo se lo había anticipado a Darcy de varias formas. Iba a sangrar su culo de gringo no el mío. O un poco menos. El mío. Fuck, fuck, fuck. La noche que terminó el viaje y después que se fueron los turistas me fui a un bar y allí lo encontré tomando whisky con su amigo carcelero. Cada trago valía el 30 por ciento de su salario del día. Y tomó hasta quedar dormido en la barra del bar. Así lo dejé esa noche, tirado sobre la barra. Me había querido pagar unos tragos a mí mismo también. La mañana siguiente como un acto reflejo conté el dinero extra para los gastos y faltaba esa plata. Había tenido la delicadeza de sacar mil. Para un amante del noir había cierta belleza en ese gesto de invitarme con el dinero que me había robado. Unos meses después en Uruguay encontré un mensaje para mí en una novela de Jack London. El protagonista se embarca en un barco ballenero para experimentar la vida y al toque le roban de su litera. Es obvio que es un compañero de trabajo y va a quejarse aireadamente con el capitán. El tipo lo saca a patadas mientras le dice que es un estúpido por haberse dejado robar y por haber tentado al ladrón con ese dinero en efectivo. ¿Qué esperaba? ¿Que el tiburón no lo coma?
La noche que lo conocí casi no dormí. Apareció en la habitación a las cuatro de la mañana y se tiró en la cama muerto. Teníamos que salir para Chile en dos horas y él era el chofer de reemplazo de otro que también desapareció. Tenía que llegar la noche anterior pero se justificó con una serie de mentiras, cada una diferente y que anulaba la anterior. Somos absolutamente responsable de todo lo que queremos creer. El 25 de octubre llegué desde Turquía y el 30 salí con los turistas a Salta. No hay que dar por sentado los volcanes, la altura y el placer de robarle a un gringo que siempre se lo tiene bien merecido. El cantante de covers coqueteaba con los chicas como si la gloria le perteneciera.