¿Por qué será que hace unos años, en vez de traernos esta peli, trajeron su continuación, McDull Prince de la Bun? Misterios insondables de la programación del Bafici. Igual, muchachos, gracias por traerla ahora. Permite entender muchas cosas… por ejemplo, que «Prince de la Bun» quiere decir Príncipe del Bollito, tal como lo demuestra un desopilante sketch donde la mamá de McDull enseña a cocinar por tevé: cómo hacer un papel con el papel de envolver el pollo, cómo hacer un bollito de papel con el papel de envolver el pollo, cómo hacer un bollito de pollo envuelto en un bollito de papel con el pollo y el papel de envolver el pollo, y así.
McDull es un niño chanchito que vive con su adorada mamá en Hong Kong, una ciudad representada como una selva de edificios. McDull para mí el dibujito perfecto, con esa generosidad de colores y formas que va a atrapar irremediablemente a cualquier ser de más de tres meses, pero también con una batería de chistes a la mecanización y estupidez de la vida moderna en las grandes ciudades. Y nunca es banal; está lleno de dobleces. En esta primera entrega, por ejemplo, se alterna la voz en off del chanchito niño con la de un adulto, y a la vez el dibujo moderno lleno de colores acuarelados se alterna con un trazo de lápiz sobre fondo sepia, despojado, que se usa para mostrar la nostalgia del adulto hacia su niñez. Es tierna, es graciosa, es bella; si no hubiera venido con una demora de 45 minutos por problemas de subtítulos (yo vi llegar a un pibe corriendo con un disquet en la mano), hubiera sido una tarde perfecta. Esta peli ya pasó (ya pasaron sus tres pasadas), pero quedan todavía McDull, Prince de la Bun y McDull, Alumni.

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