My Bloody Valentine: MBV Tour. Barrowland, Glasgow, Escocia. Sábado 9 Marzo de 2013.
«Mi problema con el shoegaze es que cuando toca la banda se apagan las luces y no veo un puto zapato»
Barrowland es uno de esos salones de baile en donde te imaginás gente bailando swing en los 40’s, twist en los 50’s, rock&roll en los 60’s y northern soul en los 70’s. Desde entonces, sigue adelante por el empuje por sobrevivir a puro concierto. Actualmente, los pisos de parqué antes impolutos son testigos más de vasos plásticos vacíos que de bailarines tirando pasos innovadores. Pero es un lugar repleto de magia.
Mirando zapatos en el Barrowland |
Entramos y el soporte ya está tocando. Se llaman Le Volume Courbe. No entiendo esta elección. A ver: me queda claro que no eligieron a alguien grosso. Se nota que hay una amistad entre ambas bandas. Noto que tienen momentos quasi-shoegaze pero también otros hipposos que realmente me desconciertan. Seguramente suenan mucho mejor en estudio, pero en ningún momento del show pienso en la posibilidad de comprarles el cd a la salida. Lo que sí hago mientras los oigo, es preguntarme qué carajo hace el guitarrista con un poncho tipo spaguetti western. Los veo terminar el set y sé que ni por Grooveshark les volvería a dar mis oídos. En este caso, no soporté la lotería del grupo soporte.
Con luces todavía prendidas como si fuera un martes a la tarde en un club de jubilados, My Bloody Valentine sube al histórico escenario. Hay titubeos, se miran entre ellos tipo «empezá vos» y no hacen nada. Parecen una banda nueva. Finalmente, cuando arrancan, cambia el aire y la incertidumbre se combierte en otra cosa, en todo lo opuesto a vacilar. Empiezan con «I only said», la canción más linda de Loveless, en un volumen que no conozco, con un sonido que no busca explicar nada. Ruido puro. Bailo como puedo en el montón. Me descubro sonriendo.
Un Rothko sonoro |
Siguen un par de temas en los que parecen haber vuelto los nervios, arrancan y paran un par de veces, suenan perdidos. Pero otra vez vuelven a encontrar el cauce, se aflojan y se les nota: sube todo a otro nivel, es la música más hermosa del planeta y no hay banda que les emparde. Después de tres canciones así me pongo los earplugs y la experiencia no se altera; el volumen se hace un susurro gigante, tangible y presente como un bosque. Ni me importa que casi no toquen nada del disco nuevo. Hacen más de la mitad de Loveless y nadie se queja. La presentación de MBV termina siendo un grandes éxitos y celebramos entre todos. Entonces llega «You Made Me Realise», la canción con la que suelen cerrar, con su mentada sección apocalipsis. Me saco los earplugs porque estoy preparado para que me suceda una de las maravillas del mundo, el tsunami de ruido que hizo de los recitales de esta banda material de leyenda aún antes de que grabaran Loveless, para muchos el mejor disco de los 90’s. Era como estar parado frente a un cuadro de Rothko: mucho de una sola cosa en una intensidad y cantidad impensada para sentir lo que uno quiera. A los cinco minutos de ruido tuve que volver a ponerme los earplugs. Con los oídos protegidos igual entiendo el estimulo, lo percibo. Es un acto de hipnotismo topadora, no hay forma de escapar a la presencia del ruido. Los minutos y la falta de movimientos de la banda en el escenario no hacen más que reforzar la sensación de que el tiempo está detenido. Entre el ruido pienso que el tiempo ya lleva detenido un tiempo y mientras lo pienso la sensación es que este momento-ruido puede no terminarse mas. Pero se termina, de alguna manera pasan del caos al resto de la canción y parece que nos hubiéramos caído todos de una situación gravedad cero, como en Inception, estábamos en el sueño de otro. Soñamos un concierto soñado.
El ticket, el setlist y los tapones para los oídos oficiales de MBV |
El bis es «Wonder 2», quizás el mejor tema del último disco, pero lo estropean mal. Sale sin onda, el baterista se manda al frente a hacer ruido con una guitarra y se desinfla todo. Igual sabemos que es nuevo, que es yapa, que con algo tenían que cerrar y que nadie puede romperte la cabeza tan rota y definitivamente usando tan pocas ganas como estos pibes a los que todo les sigue chupando un huevo.
TXT y fotos: Beto Jet-O
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