Claro que es divertido mirar extractos de las películas de Lewis, y verlo trabajar en sus puestas en escena, y enterarnos que Jerry fue (al menos nos lo dice esta película), el creador del video-assist. También está bueno escuchar a, entre otros: Carl Reiner, Jerry Seinfeld, Richard Lewis, Chevy Chase, Carol Burnett, Woody Harrelson y Quentin Tarantino, diciendo cuánto admiran a Lewis. Pero todo esto se agota en pocos minutos.
Tanta glorificación de un personaje termina sonando extraña o demasiado edulcorada, sobre todo con alguien con más de un momento interesante (y algunos oscuros) en su historia personal. Nada se dice aquí de su separación con Dean Martin, ni de su ascenso como director a una edad tempranísima (Lewis fue, de alguna manera, un Orson Welles de la comedia), ni de esa película perdida en la historia de Hollywood llamada The Day the Clown Cried, en donde Lewis se adelantó al siniestro Roberto Benigni al tratar de realizar una comedia con nazis de fondo. Eso sí -es inevitable- uno termina con unas ganas tremendas de volver a ver toda la obra de Lewis. Lo cual no deja de ser un mérito, aunque no pertenezca, quizás, al realizador del documental, sino a ese verdadero genio llamado Jerry Lewis.
(Una versión levemente diferente de este texto fue publicada previamente en Encerrados Afuera).
Marcelo Alderete