Vamos con las argentinas: es la tercera que veo y la segunda que está bien. Menos mal, porque hoy tengo para dos más.
El chiste es que Gabriel Medina, el director, es el auténtico Gabriel Medina, el que inspiró al personaje homónimo de Los Simuladores, la serie de Damián Szifrón. Sobre eso, en versión libre, está escrita la peli. Pero quien no conozca esos entretelones y se pierda los chistes internos no se perderá mucho en realidad. La peli está muy bien, es sólida, es consistente, y por más que estuve esforzándome por encasillarla en una frase no es otra de jóvenes con sueños, ni de chicos ricos que tienen tristeza, ni nada de eso. Es, sí, una película autorreferencial, acerca de los problemas de escribir un guión, pero lo mismo podría haberse tratado de los problemas de armar una banda o poner una pyme de producción y venta de repasadores: en el fondo de la cuestión lo que hay es la relación entre dos amigos, y cómo cada uno de ellos se para frente al otro y frente al resto del mundo, y cómo cada uno -de ellos, de nosotros- se construye a sí mismo o se deja construir. Es, si me permiten, una batalla por la identidad, quizás un poco tardía pero no por eso menos válida, y en ese sentido el protagonista es casi un personaje clásico en una novela de iniciación.
El protagonista, by the way, está llevado por Daniel Hendler, siempre un profesional, y no, no estoy de acuerdo para nada con esa idea de que siempre haga el mismo papel.
Mención especial para la banda sonora y muy especial para Amigo Piedra, de Él mató a un policía motorizado, que para mi gusto no obtuvo la escena que se merece (¡más acción!).
Eso sí, no podemos dejar de decir que el nivel de profesionalismo de la peli, lo ajustado del guión, ese pararse en un equilibrio tan bueno entre las virtudes de lo independiente y las virtudes de lo comercial, remite directamente al amigo Szifrón, en pelis como El fondo del mar. Qué va cer.

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