¿Éste pelele qué es? ¿Es perenne? ¿Es re breve? Mequetrefe, se mete en el set, teje, desteje. Serénese, Perec, rece. ¡Es Péter Kerekes!
Perdón, perdón, puedo resistir cualquier cosa menos la tentación.
Les decía, vi dos pelis de este Péter que, según IMDB, nació en 1973 en Checoslovaquia. O sea, él nació en Checoslovaquia pero ahora es eslovaco nomás. Cosas de la historia, o de la Historia. Será por eso que sus pelis -al menos estas dos- están atravesadas por la historia; son ensayos, abordajes diversos que llevan siempre a las mismas preguntas: ¿Cómo eran las cosas antes? ¿Cuánto cambiaron? ¿Por qué?
En 66 Seasons (2003) muestra el paso del tiempo desde una pileta de su ciudad, Kosice. Los habitués relacionan sus veranos en el agua con todo tipo de hechos, desde el debut sexual hasta el momento en que los nazis se llevaron a la mitad de la población «y sólo volvieron sus ropas». Kerekes tiene predilección por la gente mayor, que, como es lógico, tiene más recuerdos. Es interesante verlos desgranarlos; algunas veces el director les da el gusto y representa sus sueños bajo el agua, en un mundo hipnótico y silencioso que recuerda a la tapa de Nevermind.
Eslovaquia es un país situado en el centro exacto de Europa; muchos de los entrevistados hablan del deseo de conocer el mar, y de la piscina como intermediaria, como el modesto mar de los pobres.
Cooking History, de 2009, es todavía más interesante, porque no se circunscribe a un lugar, ni a un idioma. La premisa es simple: contar la historia de las guerras europeas del siglo veinte desde la cocina. Así, en el comienzo, panadero y cocinera ya bastante grandes hablan de cómo era el pan de la segunda guerra mundial, y de las diferencias entre el pan de los alemanes y el de los rusos. Más adelante se habla con un israelí que envenenó nazis desde una panadería, con cocineros franceses de la guerra de Argelia, con cocineros rusos de la invasión a Checoslovaquia en la década del 60, con cocineros de la ex Yugoeslavia que pronto, ante la disolución, se encargaron de marcar las diferencias entre la cocina serbia, croata y bosnia. Todos coinciden en que un soldado hambriento es un peligro, y un soldado bien alimentado pelea mejor. Como perlita, se entrevista largamente al nutricionista y cocinero personal del mariscal Tito, que se lamenta de que después de su muerte se haya vuelto a una «dieta de campesinos».
A medida que pasan las entrevistas, Kerekes va intercalando las recetas en la pantalla, con títulos como «Panqueques para diez mil soldados rusos invadiendo Polonia», o «Pickles de hongos de los bosques checos», o «Pan para envenenar a 300 oficiales nazis» (200 kg de harina, 100 l de agua, 8 l de arsénico…), o «schnitzels para diecinueve soldados ahogados».
Kerekes atraviesa buena parte de Europa en busca de estos testimonios. Es un placer ver distintos paisajes y escuchar distintos idiomas; también constatar que las recetas son distintas, pero la gente, en general, se parece bastante.
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