Soñé con la madre de los dragones. En verdad soñé con Manuela bajo el disfraz de Daenerys. Mediante este truco descubrí cuan exigente es Manu. Me quiere a su manera pero otro. La historia de mi vida. La historia de todos. Siempre queremos lo que no es. Lo que es, es una imperfección de lo que debería. Todos somos lo casi perfecto a los ojos de otros. Por un pelito. Pero no. Casi. Mi hermana Gabriela desaparecía en ese sueño. Aprendía lo que es perder algo muy valioso. La noche anterior había despertado triste por la maldad del mundo. Había soñado con el siguiente pensamiento: que tuit más desafortunado. Un tuit que había leído el día anterior. El de alguien de quién olvidé el nombre por suerte. Alguien que por temor quizás se hacía la perspicaz con la desgracia de María Cash y su desaparición; y la desgracia de toda una familia. Lo no humano. Todos pasamos a ser el símbolo de otra cosa. No somos personas; somos la encarnación de las fantasías y temores de otros. Twitter no me jodan lo inventó un argentino. Lleva al súmmum dos pasiones nuestras: el bardeo del otro y la histeria. Más argentino que la birome. Se podrá agregar seguramente el ingenio. Esa clase de inteligencia que sirve para poco. Tres días atrás también soñé que perdía algo valioso. En este caso no en sí pero sí para mí. Aterrizábamos en una zona montañosa y el avión perdía sus alas. Yo veía claramente como las alas pegaban contra una roca. Sin embargo el avión continuaba como un submarino volador y se posaba sobre el agua en una especie de cueva semi cubierta. Ahí dejaba olvidada mi remera favorita de este último año. Color verde manzana y con esta inscripción: Sherpa. Todos somos el sherpa de alguien. Después el sueño se perdía como un sendero en el bosque.