Aparecieron los bichos y me di cuenta que había cambiado la situación. El aire no solo era caliente sino que había bichos y me pegaban en la cara. Ahora andaba en una atmósfera densa, pegajosa. En un cruce de rutas encontré una parada de ómnibus y me tiré bajo la sombra ya medio boleado. Descansé un rato y salí bajo el sol inclemente. Muy a lo lejos, lejísimo, una nubes se confundían con el horizonte. Eran esponjosas, espumosas, tenían un hiper relieve . Pero el cielo estaba azul y así seguiría todo el día. Aparecieron los bañados y las cigüeñas, las palmeras y las garzas, después el monte y el río. Me tiré ahora bajo un árbol, después me bañé en el río y fresco me dediqué a observar a los balseros indolentes. Pescadores aquí y allá hacían lo suyo. Esa noche dormí frente a una laguna grande como un mar en compañía de un zorrino (una zorrina debería decir) y sus crías. La mañana siguiente la luz era extraña, lechosa, en blanco y negro con toques de magenta y fucsia. El cielo se cubrió y parecía un techo que se venía abajo. Nunca sentí el cielo tan cerca de mi cabeza. Claustrofobia de espacios abiertos. Esa noche la tormenta hizo volar techos y animales. Comenzó a llover y ya no paró. Las nubes pasaban y pasaban como batallones. Los arroyos se convirtieron en ríos impetuosos; los ríos en fuerzas incontrolables. Sin embargo, en medio de esa guerra se abrían ventanas aquí y allá para que yo siguiera. Mirar el cielo y tratar de descifrar un espacio libre de nubes y agua. El cielo no es uniforme. Las tormentas no son bloques de cemento, son ejércitos que se agrupan y dispersan. El cielo que me daba tregua a base de pura confianza. El agua que venía otras veces a refrescarme y la intensidad de los colores una vez que todo ha pasado. El verde más verde imaginable; el cielo naranja avisando que ha sido todo por hoy pero que mañana hay más tormenta. Me contaron que el año que nací, en un octubre de hace mucho, llovió el mes completo. Recorro los cielos uruguayos bajo el agua que no cayó en años. Dj malhumor renace.
Dj malhumor