Quería pensar que era alguna especie de águila extraordinaria pero era un simple carancho. Que tiene un llamado – no un canto – seco, una especie de martilleo que resuena en el interior de su garganta (¿tienen las aves gargantas?), un tac tac que sirvió para despertarme de la ensoñación. Era temprano. Todos estos años Bowie envejecía en algún lugar distante y nosotros sin poder hacer nada. El tac tac me despertó y me recordó el sueño de esa noche que tenía el destino de desaparecer como tantas cosas vistas oídas y pensadas. Estaba en Quito con Edu y Ale pero esta vez Edu no era psiquiatra sino biólogo; se estaba preparando para una expedición de un mes para observar una clase de búho. Yo pensaba qué felicidad. Yo pensaba: en otra vida seré biólogo. Navegando y mirando hacia la costa todo se ve parecido; hermoso pero parecido. Al acercarme la profundidad cambió y con ello el color del agua que se volvió de un verde transparente y como solo se puede ver en la vida real. Saludé a un tipo que tomaba mate sentado sobre un tronco.
Para llegar a Quito tuve que pasar un aguacero como nunca lo había hecho. Cayó agua como si no fuera a detenerse nunca.
Volví y después de casi un año de abstinencia de películas me armé mi propio festival clase B. Películas de género y de presupuesto mediano que no llegan ni a nuestro cines ni a los festivales. Películas ideales para ver en micros de larga distancia, en noches despreocupadas de verano. Películas que te recomendaba el dueño del Video Club. Wild Card y Catch 44 para empezar. Con héroes y malos a la antigua, Jason Statham y Bruce Willis (y un increíble Forest Whitaker). Las películas clase B te tienen que agarrar por sorpresa. Asesinatos por encargo, whiskys melancólicos, perdedores hermosos. Cuando en un momento culminante de Catch 44 aparece una canción de los desconocidos Cotton Jones (desconocidos, pero amigos de la casa) no pude menos que sentirme en la buena senda. Los títulos de presentación son con un hit de Sweet, Fox on the run que yo pensé era Cheap Trick, la banda beatle más subestimada de la historia. Continué con Robert De Niro dirigiendo un casino en Heist. La más floja de las tres pero no por ello menos entretenida. Género Mafia-Casino-robo del siglo-secuestro de Bondi a la Máxima Velocidad. Antes había visto la última Mad Max que por toda la fanfarria que la precedía me pareció tan pesada como el viaje que tenían que hacer los protagonistas. Las películas clase B te tienen que agarrar por sorpresa. Asesinatos por encargo, whiskys melancólicos, perdedores hermosos. Películas tan bajo el radar que pueden permitirse ser políticamente incorrectas. Vivir fuera del radar. Quería vivir en una casa con zorzales en el jardín. Aquel verano incipiente dormí una noche en la casa nueva de Carolina en Floresta. Desperté con los zorzales cantando en los árboles de la vereda. Me despedían. Cuando entré aquella vez a su casa que ya no era la mía había exhibida en una repisa la última Rolling Stone. Carolina jamás había comprado la revista pero estaba Spinetta en la tapa. Este es un hombre hermoso. Bowie envejeciendo, Spinetta envejeciendo y nosotros como si nada.
Dos semanas después fuimos a correr una maratón al pie del volcán. Subí, bajé, salté troncos, esquivé cañas, ramas y raíces hasta que ya no levanté los pies por el cansancio y me di un porrazo. El que venía atrás me gritó vamos vamos que no pasa nada y yo seguí. Siempre seguimos. Nestor, allá encerrado en la Paloma y rodeado de sus perros que no paran de ladrar me da consejos que no escucho. Dice que sí lo escuchara saldría primero. Me quiere.