Hace unos cuantos años, exactamente después de padecer completa 1.000 Boomerangs de Galperín, me prometí no sufrir más una sola proyección cinematográfica. Igual, siendo una persona exageradamente permisiva en cuanto a mis gustos fílmicos, rara vez sucede. Rara vez me las tomo picando. Rara vez me pregunto en qué cabeza puede entrar programar una película cuyo único valor es -quizás-, el antropológico. Porque no le creo a nadie que me hable bien de la fotografía de esta peli. Ni del sonido. Ni de las actuaciones, de los encuadres, ni de las «secuencias de videoclip» (por lejos, lo peor que me tocó ver en una pantalla grande en años). A medida que escribo esto me agarra remordimiento. Sé que la película se debe haber filmado con mucho esfuerzo, con las mejores intenciones y la mejor de las leches. Pero hacer que a los cinco minutos de empezada la peli un personaje (corrupto) diga «ustedes los coreanos siempre trabajan con ilegales «, y que unos minutos después un conductor (después nos enteraremos de que es un ladrón), insulte desde su auto a una chica que cruzaba la calle diciéndole «coreana de mierda», me parece muy grave: por la absoluta ausencia de cualquier tipo de sutileza, por lo obvio y por lo mal realizado, no muy lejos de la torpeza. Entiendo la necesidad de que exista una peli que trate el tema de los inmigrantes y todos sus problemas. Pero que el que la haga que al menos vea Haz lo correcto (Do the Right Thing) de Spike Lee, así al menos afana una idea. No puedo hablar del guión en su totalidad ni mucho menos de cómo siguió desarrollándose la película, porque sí, huí a los 20 minutos. Llámenme cobarde, poco considerado y hasta desalmado, más allá de lo que les haya costado hacer esta película, con ó sin ayuda del INCAA, el resultado no es mucho más que una gran suma de buenas intenciones. Puede que las mejores posibles. Pero eso es todo. Los esfuerzos, amigos, no tendrían que tenerse en cuenta en el momento de ver una película.