Lo que no mata fortalece, y al que la melancolía no mate (que mata con distintas muertes) se hará poeta, o pintor o escritor de canciones.
Hermosas.
Profesión difícil y peligrosa; peligro de aniquilación y quizás, peor
aún, peligro de transmutar en un pitufo gruñón; peligro de transmutar en artista torturado que ha hecho de la queja un medio de vida y de la desesperanza un leitmotiv. Pero no, hoy vamos a hablar de personas elegantes, amables y cordiales, algo sabias también, pero eso sí, con una innegable inclinación a la tristeza. Sana.
Canciones de una tristeza sana que hace bien al corazón.
Red House Painters, Galaxie 500, Slowdive, Mojave 3 son algunos de mis casos favoritos. Cara intimista de una América prepotente y gritona; unos muchachos (y muchachas) yankees que prefirieron hablar en voz baja. Bueno, no sé de que se sorprende, herederos de una fuerte tradición folk, mi amigo. No solamente. Joan Baez, Bob Dylan antes de volverse eléctrico, humm, puede ser. Pero ellos también gritaban. Bueno, cantantes folk sin ideología, mi amigo. ¡Y por eso están tristes! mi amigo. Quizás, quizás, no sé, déjeme pensarlo. Aguas muy profundas, y tal vez se trata de la fina superficie de las cosas. No sé, no sé, déjeme pensarlo.
La tristeza diferente de Lloyd Cole, tristeza de muchacho a mitad de la película; todos sabemos que al final se queda con la chica. ¿Estás preparado para que te rompan el corazón? No por supuesto. Si querés ir directo al punto, dedicate a leer a Norman Mailer o conseguite un nuevo sastre. Muchachos tristes pero elegantes y con estilo. Puedo soportar que me hayas abandonado; no puedo soportar haber perdido la compostura y el estilo.
El New York de Luna es el de Paul Auster (el sello de Dean Wareham, el songwriter que se esconde detrás del grupo, se llama Moon´s Palace); el New York de Galaxie 500 es todavía más desprolijo y deshilachado, la ciudad se desdibuja, pierde los contornos, casi ni es New York. El mundo como enigma y aventura, con Galaxie 500 todavía no llegó la conciencia – aunque la conciencia desgarrada merodea por ahí. Galaxie 500 es el grupo de Wareham antes de que creciera, antes que se hiciera amigo de Lou Reed y Tom Verlaine. Damon & Naomi (sus coequipers en esa aventura juvenil) no le perdonaron crecer, pudiste fingir que seguíamos enamorados. Crecimos, se acabó el amor, nos lastimamos tanto, los amigos también traicionan (y no hay traición sino es la de un amigo). Me agarraste con la guardia baja, justo te vine a encontrar en un mal momento. El New York de Luna sigue siendo el de los solitarios y los desencuentros y todo eso. Pero de chicos más grandes.
Damon & Naomi, que todavía se aman, siguen sacando sus discos, sin salir del cuarto, en un Boston tranquilo, discos bellos, herméticos y puros, como su propio amor. No voy a desaprovechar el título de uno de sus discos (mi preferido), More sad hits.
Tristeza escondida. No conocemos el rostro de Kozelek; no sabemos cuál es de los tipos sentado en la barra del Elbow Room, en una San Francisco siempre brumosa; ¿quién es él? ¿el de los jeans rotos?¿el de saco de corderoy? ¿el que toma esa enorme pinta de cerveza negra, la más oscura que te puedas imaginar? No sabemos quién es. Es cualquiera de nosotros. ¿Cuál será de entre todos los tipos que pasean perros en Ocean Beach? (como se llama el cuarto disco de Red House Painters, el del molino en la tapa, el del molino abandonado por supuesto). Ocean Beach, una de las playas de San Francisco, que aunque no lo crean sigue siendo California; Ocean Beach, playa abandonada y fría. Los surfistas y David Lee Roth prefieren Santa Mónica. Nosotros no. Nos gusta ese mar que de tan frío es siempre distante ¡Cómo me gustan los cuadros de Turner!
A dónde fue a parar toda la gente que he querido. Peor que los muertos, los olvidados, dice el novelista francés Michel Tournier; los que quedaron en el camino, los que dejamos de ver, los que nos han olvidado. Nuestros muertos queridos nos acompañan siempre, y nos miran con mirada buena y protectora, pero ay, los olvidados, a dónde ha ido a parar toda la gente que he querido, dice Kozelek, suavemente, como al pasar; aunque desgarrado; a veces el dolor asoma y es indisimulable. Tristeza por las mujeres que he amado y ya no están. ¡Brindo por ellas!
Mañana vendrá, ella, la que ocupará tu lugar en la cama.
Mark Kozelek, el cantante fantasma; qué distinto el cantante de Radiohead con su deformidad a cuestas, y ese ojo deforme que querés dejar de mirar. Lo nuestro, en cambio, es tristeza pura, sin rabia.
Tindersticks y Nick Cave. Cruzamos algunos mares y océanos. El problema con Cave, el australiano, (lo supe cuando lo vi por primera vez en Buenos Aires, en Caballito, en la cancha de Ferro, a plena luz del día, desfalleciendo, él, como un vampiro) es que es una estrella indisimulable; de manera obligatoria, su porte lo obliga, su biología, alta y desgarbada, es su destino. Nick no puede caminar sin ser visto, por eso juega en otro club; aunque quiera, y lo intente, no puede desaparecer detrás de sus canciones, y aunque grite que no lo imiten, las chicas suspiran por él; incluso las tontas.
No somos como Oasis, nos cuesta componer y por eso tardamos varios años entre disco y disco dice el cantante de Tindersticks, un inglés de Nothingham. Pasando los treinta y pico se pueden hacer canciones, incluso las mejores; todavía nos queda tiempo para hacer algo grande; mientras tanto vivamos. Ella se fue mi amigo, y ahora todo está quieto y en paz, ella se fue.
Cave, el australiano, Tindersticks, los ingleses tomadores de cervezas en pubs de pueblo. Pase, adelante, acérquese al fuego, hace frío, es que ella se fue.
Encontrá a alguien en quien creer y hacelo tu guía. El muchacho del piano mira a la chica sentada en el taburete que mientras canta mira al guitarrista que sueña con una mujer que todavía no conoció. Ya se ordenarán las cosas… después de todo. (ver Mojave 3, lado 1, banda 7). Encontré por fin un amor, pero, ay, ahora que lo tengo, ahora que te encontré podés llegar – sería un gran error de tu parte – a no amarme, podrías no amarme locamente y eso me mataría. Mojave 3 (tras las ruinas de esa otra exquisitez que fue Slowdive). En el primer disco todo es desencuentro; todos encerrados en una habitación mirando cómo cae la nieve, piensan en quien se fue, en quien no está, en quien todavía no encontraron. (Como dice Björk, te extraño y eso que todavía no te conozco). En el segundo todo es alegría; por fin llegaron, por fin un pecho donde recostar la cabeza. Mojave 3 y dos discos para distintos momentos del día (¡ahora ya son tres!, ya llegó el disco para el mediodía).
Hubo una chica a quien amé mucho, y ella ni lo supo. Hubo una chica de piel tan blanca como la nieve, de la que solamente tenía fotos. Tengo un álbum lleno de fotos de vos.
Le dije, mi amigo, que me dejara pensar, es eso, tristeza por lo que no ha sido, pero – “pero” – que incluso, nunca hubiera podido ser. Tristeza porque hay demasiada belleza; mujeres a las que nunca podremos amar (porque elegimos a la más hermosa, que es hermosa pero una), canciones que nunca conoceremos – porque todavía no se compusieron – amores imposibles; porque nunca, nunca nos hemos de siquiera cruzar – el mundo es tan grande.
Hermoso placer el de las canciones tristes.
Santiago B.
1 Lectores Comentaron
Unite a la CharlaPingback: Damon & Naomi - Fortune | Encerrados Afuera - Cine, Música, Viajes, Etcétera 18 May, 2015
[…] a fines de los 80, comienzos de los 90. Sobre ellos ya se habló bastante en estas páginas, vean http://encerradosafuera.com.ar/del-buen-uso-de-la-tristeza/ para estar en tema (y de paso descubrir lo que iría en una columna al costado con el título […]