Hay un morbo indecible para algunos y desvergonzado para otros en ver a los soñadores de los sesenta, del mayo francés, del hippismo y especialmente del socialismo muchos años después de su derrota. Es el morbo por ver cómo están hoy los ilusos de antaño, los que creyeron que iban a vivir para ver al hombre nuevo y terminaron devorados, asimilados o vomitados, por el sistema.
Connus des nos services, película de Jean Stephane Bron puede aprovecharse sólo como eso, como una hora para satisfacer una curiosidad pícara, sin que ello signifique menospreciarla ni aplaudir su fenomenal trabajo de investigación, pero también puede tomarse más en serio, gracias a un acierto fundamental: el de contraponer el relato tanto de los militantes de aquel entonces (de la “juventud progresista” de Vaduz, Suiza), como de los policías encargados de espiarlos durante años, lo cual implica no quedarse sólo en esa curiosidad, sino el poder reconstruir y estudiar una especie de teatro simbiótico y absurdo a partir de sus ruinas, del relato a veces orgulloso y a veces vergonzoso de sus protagonistas.
En un momento, uno de los policías recuerda cómo miraban con bronca a los manifestantes radicales, en su mayoría hijos de familias pudientes, tomarse un recreo en algún bar y consumir todo tipo de delicatessens mientras ellos tenían que conformarse con el sanguche de queso que traían de sus casas. En otro, un militante cuenta cómo irrumpían en la proyección de una película hollywoodense para protestar por Vietnam (“¿Vietnam? ¿Qué les importa? si ellos viven bien”) y aprovechaban la represión policial para tomar fotografías que sustentaran su posición antisistema. De un lado, los ex militantes recuerdan, en su mayoría, aquellos días como una época de buenas intenciones, pero de inconciencia juvenil y a su militancia como el producto de una indignación primitiva sin una ideología sólida de fondo. Del otro lado, los policías recuerdan con orgullo su labor pero sin reflexionar ni hoy ni ayer sobre el carácter del orden que resguardan. En definitiva lo que aparece tanto en los testimonios, como en los informes, como en los diferentes archivos, es la lucha de dos bandos que se necesitaban mutuamente para existir. Para unos porque sin la represión del sistema, sólo quedaba el vacío (¿cómo lucha un adolescente contra un régimen tolerante y democrático?); para los otros, porque sin el vandalismo rojo, ¿qué otra cosa podría hacer un policía en Suiza? Y en esa oposición se fundamentaba la imposibilidad de entenderse mínimamente. La película de Bron (el “almirante” según algunos) está muy buena por eso, porque no se queda en la curiosidad, sino que se toma en serio este trabajo arqueológico de redescubrir un mundo a nuestra vista un poco ridículo, pero de cualquier manera apasionante y sobre todo intenso ¿como ya no hay?
Connu des nos services se pasa mañana Jueves 10, 11.20 en el VR 9.