Hay películas que cambian de género cada veinte minutos. En general me ponen nerviosa. No es el caso de Atom Heart Mother (nombre con la que se la conoció originalmente), que a cada vuelta de tuerca me gustó un poco más.
Siempre me gustó ir al Bafici de vacaciones, a hacer un poco de turismo, ver paisajes desconocidos y escuchar idiomas raros. Este año tuve solo media tarde para el festival, y me la jugué con una iraní y una norcoreana, y que digan lo que quieran. Pero la iraní no es el lugar común del cine iraní contemplativo, sino más bien su reacción: una película pop, un after hours alucinado que muestra en vez de un protagonista reflexivo dos chicas irreflexivas, jóvenes y alocadas, que van a contramano por la vida (“¡Siempre lo hacemos!”) y a las que las cosas les pasan, o más bien, se las llevan puestas.
El primer chiste llega desde la primera placa de texto, en el primer minuto de proyección, y establece el tono. En los cinco minutos siguientes, las chicas juegan con un ascensor, especulan sobre su belleza, invocan a Celine Dion y a Leo Di Caprio: lo que cualquier otra chica. Salen de un edificio, es de noche en Teherán, se ríen a lo tonto, suben al auto y manejan hacia la nada, “porque en Irán la gente que se aburre no encuentra otra cosa que hacer más que salir a mostrar su auto caro”, como en cualquier lado. Y charlan y cantan y se ríen y se pelean y de a ratos es como las comedias absurdas orientales, o como las comedias absurdas americanas, o como las comedias absurdas de Martín Rejtman.
Pero algo pasa, y entran personajes nuevos. Un policía enuncia todo lo que en Irán estaría mal y las chicas hacen, como beber, fumar, tener novio o ver Argo. Y la noche, de a poco, va deslizándose a otro lugar, de la comedia a la parodia política y de ahí al thriller. Ya no se habla de Celine Dion sino de Chávez, Castro, Saddam, Bashar y el mismo Che; el eje del mal en versión completa y de entrecasa.
Si la escena insignia de la primera parte tiene a We are the world de banda sonora, la segunda mitad se resume en la versión más oscura que haya escuchado de Get Lucky. “She’s up all night till the sun, I’m up all night to get some. She’s up all night for good fun, I’m up all night to get lucky” canta el personaje clave, encarnado por Mohammad Reza Golzar, una cruza fabulosa de George Clooney con Mike Amigorena. La noche que se abría a lo colina de Hollywood ahora se estrecha, es un túnel sin salida, aquí y allá y en todas partes.
Parece que el director (Ali Ahmadzadeh, Teherán, 1986) estuviera empeñado en demostrar que no es menos cosmopolita que nadie, citando elementos de la cultura pop desde el mismo título. Pero esta necesidad no molesta; la película es más fresca que eso, y se lleva puesta cualquier pretensión.