9 de marzo. Rotonda de San Antonio Oeste. Después del Eclipse. Me desvié a un almacén hippie en Saco Viejo. Hermoso lugar para entrar en la mañana temprano todavía con la fresca. Me recibe una mujer sonriente en su almacén y biblioteca como esos viejos boliches que todavía encuentro donde se vende salames y alpargatas. Al salir un perro enorme se me vino encima y más adelante, ya pedaleando contra el viento vi cruzar clarito una yarará. Todo por ese desvío de 5 minutos. Un poco después un camión se me vino encima. Entiendo el mensaje me dije. Llevo la paz de una noche de buen dormir. Empecé a pensar en que estoy recorriendo esta pampa después del Eclipse. Así podría llamar la segunda parte de este tour. Como una vez en Chile que sin querer tampoco hice el tour en la costa después del tsunami. Pero esa vez fue unos años después. Ahora son unos meses y el aftermath de un eclipse es de otro orden, no ha dado vuelta las casas y transformado el paisaje sino a los seres. Volví a tomar la ruta 3 que viene desde Viedma y pude ver el agua entrando en la caleta. La marea. Vi también los dos San Antonio y las serranías lejanas y después el tránsito de la ruta 22 viniendo desde el Norte. Un verdadero nudo. Antes de salir y todavía en el encierro de la pandemia cuando me enteré que la zona a donde apuntaba era la zona del eclipse lo sentí como un signo. Un viaje que quería hacer desde tiempo y que aplazaba porque soy humano y yo también dudo de los lugares vacíos. No hubiera llegado al eclipse, no, fantaseé también con la circunstancia extraordinaria de llegar el mismo día del eclipse sin saberlo. Estaba un poco desfasado, llego casi tres meses después pero todavía se puede ver la estela de sombra que se proyecta. En verdad fue la estela de una luz diferente. Todos los lugares por dónde paso están transformados de una manera sutil. Fueron muchos los que vinieron a estos lugares sintiendo un llamado. Encontré algunos de esos personajes en Bahia Creek. Llegaron en peregrinación y se quedaron en esa playa única, caleta de pescadores, que ya nunca será igual. En el hostal había varios personajes, destacaba un viajante charlatán que se iba presentando de distintas formas, su lado bueno era el de director técnico de un equipo regional, el chanta era el vendedor. El eclipse fue un cono de sombra que pareció una linterna en reversa. Una noche un eclipse nos sorprendió anclados en una playa en Dinamarca con Ben y Kathrine en el velero y otra vez vi explotar un volcán pero está vez fue no solo en el espacio sino en el tiempo. El desfasaje con el eclipse es el tiempo de este viaje.

En el parador de la ruta vi a hinchas de River en viaje más los residentes de la zona que comentan el partido de anoche. En bahía Creek se cortó la luz y escuchamos el partido desde la radio de un auto. Gol tras gol. Charles Baxter y Richard Yates dos autores favoritos de Nick Hornby.

12 de marzo. Chacra Tunquelén, Bajos de Mexia. Ayer al llegar me vine directamente sin pasar por el pueblo. Es una chacra allá abajo que unos años atrás me había dejado fascinado por el aura de autosuficiencia que lleva. Es como esas estancias en la ruta 40, un mundo en sí mismo. Un oasis, sí. Al llegar me ladraron los perros y el dueño salió a mirar. Nos sentamos en unos escalones y gracias a la pandemia un poco retirados de cada uno charlamos al final del día. Día largo, en repecho y viento en contra como dice Néstor. Muchas horas. La ironía es que me tocó el mejor clima posible. Fresco y un viento que si no ayuda al menos me dejó pasar de manera generosa. De manera sorpresiva el dueño de la chacra no tenía aspecto de paisano sino de rockero viejo y motoquero que es casi lo mismo. Digo el motoquero argento que no es un Hell Angel. Una versión de mi amigo Maxi. Originario de Villa Ballester pero con una vida aquí. Ya viudo, una hija que le volvió y lo ayuda. Hablamos del eclipse y cómo ese acontecimiento único que iba a iluminar toda la región y que iba a traer multitudes de extranjeros pasó escondido (solo unos argentinos sin plata como nosotros) a causa de la pandemia. A veces no pasa nada y a veces pasa todo, el eclipse y la pandemia. El eclipse era a-one-chance-in-a-life-time-oportunity. Quedaron las remeras. Empezamos a hablar de este oasis en la meseta. Me contó de las cosas para ver y la energía que se siente. Todo aquí hay que buscarlo y saber ver. Todo está escondido. En la superficie piedra, polvo y viento. Pero hay agua que se escurre entre esas piedras y el viento le da formas extrañas a los cerros. La meseta es un centro del mundo no hay duda. Hay música pero aunque preferiría que no, no me molesta. Como la ruta a unos kilómetros. El silencio circundante es mucho más grande. Es la hora en que los loros vienen a dormir y lo hacen después de un gran batifondo. Anoche Marcelo me cocinó una milanesa y me sirvió una linda mesa en el comedor enorme que tiene con espacio para un asado para todo el pueblo más una batería y una guitarra bien acomodadas lista para tocar. Se había puesto el delantal y luego cuando me iba a dormir lo vi comiendo solo con una copa de vino en la casa principal. Hoy el día pasó placido. Contento haciendo llamadas y leyendo. Me tomé una botella entera de vino y esta noche cenaré cordero.

13 de marzo. Creo que nunca vi las estrellas titilar de esta manera. Me siento en una silla frente a mi carpa a observar el cielo. Hoy fue un día magnífico. Soleado y con una leve brisa. Hice más de cien km hasta la meseta a la que pude vislumbrar con sus volcanes de piedra. Antes rodeamos un cerro blanco de cenizas y un auténtico oasis. Me duele la cadera. Comencé un hermoso libro: Ghosting.

14 de marzo. Lectura y mates temprano. Ayer al llegar al pueblo después del periplo paré en un almacén. Me saludo la hija de Marcelo a la que no había reconocido en principio. Una charla casual con el pibe del negocio y volver por las calles vacías con la última luz. Dos mujeres corrían al costado de la ruta. Cuantas hermosas noches y atardeceres como este que llevo dentro. Sentí lo mismo en Valcheta el otro día cuando volvía al Hostal luego de tomar una cerveza y el cielo se venía abajo. Ushuaia, Port Soller, Montreal, Tirol, Corrientes, La Angostura, Córdoba y debo reconocer que no pocas noches en la terraza de Boedo. Una sensación de estar en el lugar correcto sería lo más fácil, es lo primero que pienso pero no es eso. O no solo y no principalmente. Respiro mejor.

15 de Marzo. Los Menucos. Recuerdo de la otra vez que pasé el césped muy verde en total contraste con la esterilidad del desierto (kurge me escribió hoy Ernst cuando vio la foto desde Austria). Recuerdo la terminal que era el único lugar para comer. Pero había algo más y se me escapa. Estoy en el ACA. Tengo mi habitación con la ventana al playón y ceno en el comedor. Hay unos viajantes y gente del pueblo que viene a cenar también. La televisión está encendida.

Prahuaniyeu. Tomando un licor de café que me regaló el almacenero que es también el chofer de la ambulancia y el dueño de un campo por el lado de Caín. Estoy acampado en la sala del teléfono. Aquí al lado estaba la radio que ya no está y en su lugar un aparato misterioso y ruidoso que emite ondas. El viento es fuerte afuera. Me dejó llegar peró. El pueblo es un vergel al pie de la meseta que aquí se ve en su esplendor o en su forma de meseta finalmente. La meseta, la meseta me decían. Es difícil verla hasta que se la ve. Hasta que se está sobre ella y llega la agorafobia de un espacio tan abierto, de una pampa separada del suelo. Las casas son humildes y a la entrada había bastante basura. Me recibió una mujer policía de civil que podría ser la maestra. Puede que lo sea también. Anoche desperté de madrugada y finalicé el film que estaba viendo. El primero que termino en tiempo: Un jeau brutal. Después me dormí y soñé con Silvana a quien extrañaba (en el sueño) Gaby y su familia están tristes por la muerte de Luna. Yo también. Todos. El tiempo pasa cruel.

17 de marzo. El Caín. El cerro reluce ahí afuera. Un banco muy pesado y una mesa de ping pong en un salón de actos. Las ventanas me dejan ver el paisaje. El pueblo se confunde con el entorno. La ubicación es especial. En la boca de la meseta del otro lado. A las puertas del gran todo. Es entendible el viento y el sol y el frío y los extremos. A las puertas de las fuerzas desatadas, todavía no domesticadas. Una señora me va a preparar una milanesa. Salí a buscarla y casi me congelo. Y todavía es verano. Hay un foco en la calle y después la oscuridad absoluta y las estrellas y el frío. Nunca vi algo así. La señora, el pueblo, todos, viviendo en el borde de lo oscuro.

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