Huesca. La mañana es fresca como la noche después del sol agobiante del día. Ayer, después de las sierras y las quebradas llegó el desierto. Al llegar encontré una fortaleza sobre una colina del mismo color de la arena. La ciudad tranquila con su zona antigua y la plaza de toros. Cuando se fue el calor se llenaron los bares. Llegué a la hora de la siesta y después de unas vueltas encontré un hotelito barato. Como muchos otros lugares el hijo atiende y los padres ya ancianos controlan todo sentados en una silla en la puerta. El ambiente de la ciudad es relajado y como si fueran vacaciones. No hay turistas y hoy empieza el otoño. Hay muchas chicas guapas y la gente se habla desde una vereda a otra. Un mundo feliz. Una clienta le lee el horóscopo a otra. Las dos son de cáncer. En las noticias del televisor Messi sigue metiendo goles. El también es feliz en España.
Soria. Grillos y luna llena. Estoy acampado enfrente de la ciudad. Veo las luces. Estoy en una colina del otro lado del río; el Duero. Ayer crucé el Ebro. Venía por un camino rural luego de pasar por las afueras de la única verdadera ciudad que encontré en el día y de tener un encuentro bastante perturbador con un enfermo mental que venía en un auto destartalado. Ví algo raro en él y lo debo haber observado por un segundo. Paró el auto, bajó la ventanilla y me propuso sexo. La primera reacción fue una carcajada. Después me siguió un poco más adelante y me ofreció dinero. Ya no era tan gracioso. La clase de personaje que no quisiera encontrarme de noche y con un cuchillo. Venía por ese camino y doblé en un cruce y me detuve en un puente cuando un par de minutos después dobló otro ciclista viniendo del otro lado. Un austríaco simpático que salió desde Salzburg. Nos saludamos y pasamos noticias como dos marineros que se encuentran en un puerto. Cruzamos juntos el Ebro y al llegar al pueblo del otro lado cada uno tomó una dirección distinta.
Nota: hace un mes más o menos, cuando acababa de salir de dejar el Salar de Uyuni recibí un whatsapp de él. Tuve que hacer un esfuerzo para recordar. Me comentaba con detalle su vida tranquila de jubilado en Austria, sus varias salidas de fin de semana y ante una pregunta mía de ocasión me hizo un detallado informe del estado del tiempo en Europa desde que nos vimos.
Fue un día sacrificado bajo el sol y la aridez, hice más de 140 km pero la bici se portó bien. Acampé en un viñedo a las puertas de otro pueblo medieval que crucé recién la mañana siguiente. El pueblo dormía e iba despertando de a poco. En la plaza mayor se hacían los preparativos para una gran comida. Hoy el día estuvo signado por el Moncayo con sus laderas boscosas; por la tarde por una serranía inesperada. Valles estrechos y pampas de altura con cultivos de muchos colores. Grandes montañas hacia el NO y hacia el SE. Después de otro buen rato el Moncayo que dejaba atrás. Ayer circulé por toda una tierra interior, la hoya de Huesca. Hoy al subir a las laderas de esta otra montaña solitaria pude ver esas tierras medias y los Pirineos muy altos en el fondo. Almorcé en un pueblo muy tranquilo con un castillo medieval muy rústico y junto a un arroyo que bajaba de la montaña bajo una gran sombra. Felicidad. La copa de vino blanco por 60 centavos. Después un gran faldeo hasta otra zona árida que pensé sería todo lo que me quedaba hasta aquí, pero me equivoqué. Una hermosa serranía y otro castillo. Games of Thrones state of mind. Un pueblo confundido con la piedra de la montaña y varios bares llenos de comensales bebiendo, jugando a las cartas o conversando sobre bueyes perdidos. Fue duro peró. La gran bajada no llegaba y el camino subía y bajaba por cimas redondeadas y bosques y pampas. Finalmente llegué a Soria. Crucé el puente de piedra sobre el Duero y mientras deambulaba pensando que tal vez encontraba un hotel barato y lindo, de golpe veo venir corriendo a un keniata. Corría solo por las calles angostas de la ciudad como si lo persiguiera la policía. Se estaba corriendo una media maratón y él era el primer corredor que iba adelante solitario. Fue una visión como de una película. Pasó solo con una bicicleta que lo seguía a una distancia prudente vigilando que nadie lo interrumpa. Largos minutos después comenzaron a pasar otros corredores.
Nota: anduve deambulando buscando un hotel barato que no encontré y alguna señal de wi fi. El pueblo estaba de fiesta con la carrera y era difícil moverse. Entre todos esos curiosos estaba Maxi y su padre Mario que había venido de visita desde Argentina. Leí su mensaje el día siguiente y me invadió una especie de tristeza por todos esos encuentros que no llegan a suceder aunque estuvieron tan cerca.
