Cuatro meses después estaba en Uruguay. Primero este vuelo: Estambul-Kiev-New York-Buenos Aires. Antes de volar me saqué la barba de tres meses para que no me tomaran por un talibán. Ya una vez en Misiones unos camioneros en una parrilla al costado de la ruta me gritaron cuando pasaba con la bicicleta: ¨Vení Bin Laden, comete un asado¨. No me imaginaba la misma calidez en USA. En efecto en el aeropuerto me trataron muy amablemente mientras me tomaban muestras de las palmas de las manos para ver si había manipulado drogas, explosivos o quién sabe qué. Como Sean Penn en la película de Vinterberg volé por muchas horas haciendo mi reporte de la historia del mundo desde un avión que no podía aterrizar. Lo curioso es que el avión desde Kiev a Nueva York voló sobre Groenlandia como yendo en reversa el viaje que venía de hacer en los últimos meses. Lo veía en el mapa que se ven en las pantallas y me inquietaba un poco. Unas semanas después Herzog volvió a aparecer en mi vida, ya no escribiendo cartas sino documentando él sí el mundo. Una película sobre volcanes y un diciembre especial; destemplado a pesar del calor. Pero antes fue noviembre creo y el festival de Mar del Plata. Conocí un director de cine experimental patagónico vestido en bombachas marca Pampero. Hizo una película hermosa acerca de un alemán que se enamoró de una montaña.
Pero estoy en Uruguay ahora. En una terraza increíble mirando las sierras estuvimos un buen rato hablando de vómitos. No, ni siquiera fueron cuatro meses desde Estambul. Había pasado por estas sierras unos 8 años atrás cuando estaba empezando el viaje sin saberlo. Estoy rumbo a Japón digamos. Llegué hasta Estambul, me asusté como ante un precipicio y volví a Rocha; La Paloma, los mates y lo conocido. No me gustan los caminos derechos. Esta casa no estaba y el campo era solo un descampado al costado de una ruta polvorienta. Ya entonces me di cuenta que era de esa clase de lugares donde uno quiere quedarse. Hay que entregarse primero y resistir después. O viceversa. Como con ciertas mujeres. Como se dice la humedad ambiente se trata de la energía ambiente. En el pueblo durante la siesta el sol rajaba la tierra. Al atardecer la luz lo hacía brillar y el juego con las sombras lo transformaba por completo. Me tomé un helado en un multi-espacio; así estaba escrito en la vidriera. Un local diminuto con dos mesitas en la vereda que vendía helados, café, zapatillas brasileñas y ropa. El heladero, un pibe de veinte y pico me dijo ceremoniosamente «que lo disfrute». Ya en Montevideo me habían preguntado en una verdulería «¿lleva algo más, vecino?». Eso me hizo sonreír y levantó el ánimo el día siete de una semana de dolor de cabeza, debilidad y mareos que me hicieron empezar el año en una guardia. Me atendió una médica gordita, maciza y simpática. Diciembre fue una sucesión de asados y comidas tan obscenas como inevitables. Ja, parezco mi madre quejándome del calor del verano y el fresco del invierno. En otro momento estaba bajando con la bicicleta desde el paso de Jama a San Pedro de Atacama con el volcán Licancabur a mis espaldas. Venía mareado como se está mareado a 4800 metros sobre el nivel del mar. Podría pasar por un sueño o un viaje astral pero estuve allí. Todavía no había vuelto de volver. Después vino diciembre y enero y ahora.
Hablamos sobre distintos tipos de vómitos, de ataques al hígado y los de la Ayahuasca. En eso llegó la pareja de Marcela. Un tipo simpático con aire del que le va bien. Los hijos de Marcela le decían pelado. Seguramente Pablo conoce mucho de vómitos en el cine. Yo recuerdo solo el del Exorcista. Acostarse y levantarse con esa vista. Igual Marcela parece una persona algo nerviosa. Con aspecto de profesora de yoga, el pelo corto y blanco, unos ojos azules intensos. Sin edad.
Fuimos siguiendo el camino de la costa viendo como el río se transformaba en el mar. En alguno de esos días en duermevela pensé: «Cómo se te ocurrió morirte, man». Damián sonreía. Se reía de nosotros pícaro. Su última gran broma. Si había un año para retirarse era el 2016, con Bowie, Prince, Cohen y George Michael. Estoy seguro que lo planeó. La gran sonrisa de Damián. En el último mail que recibí de él me decía guapo.
Marcela me llevó a ver las dos ovejas y el carnero. Siempre quise tener una oveja negra me dijo. El pelado se quedó preparando una comida. Pasaron muchas cosas ese fin de semana que pasé solo en la casa del pueblo. Cuando me levantaba en la galería había un sietecolores que todas las mañanas iba a mirar su imagen en un espejo viejo. Del tamaño de un gorrión pero mucho más hermoso. De traje digamos.
Nadamos atrás de la rompiente y los surfistas. Ver las olas dirigirse hacia la costa y las sombrillas lejanas. La textura del agua fue cambiando con los días y también el color. New Mayra me contó después como en ese mismo lugar un delfín saltó delante de ella. Se murió de miedo. Me asombró de ella tan temeraria. También yo me la paso buscando al puma y aquella vez que rodeó mi carpa me quedé adentro pretendiendo que dormía. No. Todavía no estamos preparados. En Estambul volvieron las bombas. Este es mi reporte del estado del mundo.