Creo recordar que Bioy Casares tiene un cuento de un león suelto en un parque. También creo recordar que era un cuento buenísimo. Ahora, muchos años después, estoy seguro que era un sueño del pícaro Bioy que siempre decía que jamás había que escribir los sueños porque son un aburrimiento total para los lectores o posibles oyentes de una conversación. El otro día vi en Twitter un .gif que decía ¨mientras tanto en Siberia¨ y se veía un coche por un camino nevado y filmado desde su ventanilla un tigre de Bengala que corría junto al camino. Desperté de madrugada con la boca seca por los chorizos de la cena, la imagen y la extrañeza de un tigre suelto por la ciudad y una canción muy pegadiza de The Cribs, Burning for no one. The afterimage of a dream. El otro día cuando llegué al bar de Pablo por la noche para ver el partido la situación también parecía un sueño. Me di cuenta la mañana siguiente cuando mientras desayunaba junto al río bajo el sol tibio la escribí en el diario. Llegué caminando desde el camping al bar a esa hora vacío. Era esa momento cuando ya se fue el sol pero todavía hay luz. El cerro nevado era mucho más imponente aún, una especie de imán gigante. Es ese instante cuando no se sabe sí la luz se va o sí llega. Como los turistas. Sobre la barra había un montón de botellas de cervezas y gaseosas porque habían vaciado la heladera para limpiarla y Pablo jugaba al ping pong en un salón grande al fondo. No se veía a su contrincante y solo se lo veía a él moverse como si estuviera bailando. De hecho lo hacía un poco porque sonaba una música extraña y fuerte. Durante el día no había música me dije. Había mucha gente que bajaba de los mini buses y combis que traían turistas y paraban por solo una hora para estar en ese lugar maravilloso y tener que irse apenas llegaban. El sadismo del turismo. El sadismo de los sueños también que nos llevan a lugares maravillosos con personas también maravillosas para llevárselas en un segundo. La música era extraña y no pegaba con el Pablo que yo había conocido esa misma mañana. Estaba desorientado. Parecía Tom Waits cantando una canción de Bob Barley. Ese fue mi primer pensamiento. ¿Quién canta? Pablo desde el fondo dando un paso después de un saque ganador me dice Bob Dylan viejo. Un disco cuando tenía 72 años. Estaba en un viaje mental muy especial agrega. Más confusión. Dijo Bob y yo seguía pensando en Bob Marley y me decía así hubiera sido (¿¿¿o es???) la voz de Bob Marley a los 72 años y Pablo tiene un disco de un muerto. Lo que Don Juan llama un Estado de Realidad no Ordinario. Apareció la moza que se parecía a Mayra cuando tenía 20 años y le pedí una cerveza negra. Y esa noche soñé con Mayra a los 20 años. Estaba hermosa. Una crueldad. El bar vacío me transportó a otros bares y paradores vacíos donde he trabajado. Los bares vacíos son el decorado de los sueños por antonomasia. En Mallorca trabajé en el bar de un alemán que te explotaba un poco pero te dejaba tomar todas las cervezas que quieras. De madrugada después de cerrar nos íbamos a una barra que quedaba sobre la marina frente a la bahía y los barcos. Era en el Norte de la isla, del otro lado de las montañas en un puerto de veleros. Ví el partido en la cocina con dos gauchos chilenos que cenaban papa fritas a caballo como no podía ser de otro modo. Ganamos otra vez uno a cero y Tevez deambulaba por la cancha como un sonámbulo.