Dedicado al crítico burrero y sus locas martingalas cinéfilas
Cada vez que se acerca el final de un festival de cine, ya sea el de Saladillo o Cannes, ocurre siempre lo mismo. Toda el mundo empieza a preguntar y especular sobre los premios. Por motivos que desconozco, todos se interesan y participan de estos cotilleos, a veces, incluso, sin haber visto la mayoría de las películas participantes. Es una carga con la que deben lidiar los festivales, tener una competencia (a veces muchas, cada vez más) para así centrar la mirada de la prensa y ofrecerle a los medios eso que tanto les interesa. Hay quienes sostienen que los premios entregados es lo que quedará en la historia de esa edición del festival cuando el tiempo haya pasado. Hay otros que dicen que los festivales establecen su mirada sobre el cine con los títulos que elige para una competencia. Como sea, todo el mundo tiene sus ideas y teorías sobre los premios, el tema es que incluso aquellos que dicen detestarlos, siempre suelen estar atentos a ellos, aunque sea para indignarse y confirmar sus desprecios o quejas. Dicho esto, hablemos de premios y especulaciones, que para eso estamos aquí.
Hoy finaliza el festival de Cannes, fue una edición que comenzó ilusionando a todo el mundo, para finalmente volver a mostrar su vieja y rutinaria cara. Aquellos primeros días en los que vimos las películas de Puiu y Guiraudie, quedaron lejanos mientras nombres como los de Loach y Mungiu empezaban a aparecer. Y si bien el cierre fue a toda orquesta con Verhoeven y la mejor película del festival, el sabor final (y eso que todavía falta que nos indignemos con el palmarés), fue apenas mejor que el de otros años; sobre todo el anterior, en donde la competencia oficial llegó a un punto del cual era imposible caer más bajo. ¿Alguien se acuerda qué era eso llamado Deehpan?
Las buenas (más algunas dudas)
Elle de Paul Verhoeven fue una de las últimas películas proyectadas y la mejor de todo el festival. A pesar de esto, no parece tener un camino muy fácil a la hora de llevarse alguno de los premios. Cualquier reconocimiento inferior a la Palma de Oro sería injusto, pero al tratarse de una (especie) de comedia perversa e ir en contra de estos tiempos infectados de corrección política, Verhoeven la tiene difícil. Isabelle Huppert podría ganar como mejor actriz, pero en su camino se encuentra Sonia Braga en un papel más lineal, heroico y socialmente comprometido que el de la francesa.
Paterson de Jim Jarmusch es también una comedia (veneno a la hora de llevarse un premio) que nos cuenta los días de un poeta, quien además es chofer de colectivo. Es para colmo una película poética en tiempos dominados por burocráticos dramaturgos. Como dijo el amigo Nicanor Parra: no hay que romperse la cabeza, la poesía no la lee nadie. Y parece que es así nomás. Entre tantas películas denunciando los malestares del mundo, la amable comedia zen de Jarmusch, parece poco para el cine actual y especialmente para el «high concept artístico» que tanto gusta en Cannes.
Sieranevada de Cristi Puiu fue el comienzo de la competencia y un tremendo golpe de efecto. De seguir todo así, todos lo pensamos, íbamos a ser muy felices y ver grandes películas, pero como dije antes, las cosas solo empeoraron. Puiu en tres intensas horas realiza una película del género “reunión familiar” y le pone al tema un final que debería ser definitivo. La de Dolan se mueve en terrenos similares, al menos desde su trama, pero en comparación parece una obra de teatro montada por una maestra de jardín de infantes junto a sus alumnos de seis años. Imposible ir más allá en el tema luego de Sieranevada. La simplicidad con la que Puiu y sus actores realizan una película tan compleja hacen que uno se siga preguntando sobre el film, incluso durante un festival como este en donde todo parece suceder para ser olvidado rápidamente.
Rester Vertical, de Alain Guiraudie. Luego de esa obra maestra que es L’inconnu du lac, Guiraudie busca refugio en sus primeras películas y realiza una obra menor, pero, auteristas como somos, nos gusta más que la mayoría de los otros títulos que vimos en la competencia. Incluso con sus fallas quizás sea la película que más remite a una modernidad, ya histórica, del cine. Un final tremendo, en donde se explicita el título, no alcanzan para redondear una película que no necesita de estos términos. Guiraudie es la libertad.
Toni Erdmann, de Maren Ade. Hay dos términos horribles que utilizan los vendedores de películas, en cualquiera de sus encarnaciones, para definir de manera rápida a sus productos. Uno de ellos es “arthouse”, refiriéndose obviamente al cine más artístico (lo que sea que esto signifique). El otro es “crowd pleaser”, obras que por varios y diferentes motivos, siempre más difícil de explicar de lo que parece, gustan a todo el público. El gran mérito de Maren Aden, es el de haber logrado una película que une estas dos definiciones y que gustó por igual a los programadores de Locarno y a los multinacionalistas de Sony. No es poco. Toni Erdmann es una comedia alemana (género imposible en su propia definición) o al menos lo es por momentos. También es la historia de una relación padre / hija. La película remite al cine descarnado de Rossellini (nos dice el amigo Manu y algo de razón tiene), tanto como a ciertas comedias televisivas norteamericanas que basan su humor en la incomodidad de las situaciones en las que se sus particulares protagonistas (por momentos insoportables) suelen incurrir. Los productos de Larry David serían el ejemplo perfecto. Pero la mayor inspiración de Maren Ade, parece ser el comediante extraterrestre Andy Kaufman y su alter ego Tony Clifton. Volveremos sobre Tony Erdmann para tratar de dilucidar si se trata de la gran película que todos creímos ver o simplemente de una humorada digna de, justamente, el ¿finado? Kaufman.
Las buenas malas (o viceversa)
A la hora de convencer a los jurados de los festivales de cine, sobre todo los de uno con la exposición de Cannes, la calidad cinematográfica no es suficiente. Hace falta algo más. Buena conciencia social, actualidad, la presencia de alguna estrella. Aquarius, de Kleber Mendonca Filho reúne todos esos requisitos. A pesar de ser un retroceso y casi una relectura en clave heroica de su ópera prima O som ao redor (2012). Aquarius fue muy bien recibida por la crítica y el resto de las personas que andan por estas millonarias playas. Su mezcla de crítica social y vehículo para la actuación de Sonia Braga (una especie de heroína que lucha contra todo y todos, incluido el paso del tiempo) hicieron que se transforme en uno de los títulos que más suenan a la hora de llevarse premios. La protesta que realizó todo el equipo de la película a la situación política por la que atraviesa Brasil le agregó puntos extras. En los créditos de la película figuran Walter Salles y Carlos Diegues, es como si Brasil hubiese armado un equipo para salir campeón en todos lados.
Con Ma Loute Bruno Dumont vuelve a la comedia. Pero a diferencia de Li’l Quinquin, en donde uno simplemente se reía y jamás se preguntaba qué había sido de las marcas autorales del director (las marcas estaban ahí, simplemente transformadas) esta vez la mezcla disparatada de universos suena forzada y uno termina pensando que ciertas situaciones de la historia le habrían servido mucho mejor al antiguo Dumont. De todas maneras, la película se mueve con velocidad y desparpajo entre momentos insoportables y otros verdaderamente divertidos. Como siempre, lo mejor suelen ser esos rostros extraños en los que el director suele fijarse como nadie en el cine actual. Poner a hacer payasadas a actores consagrados, eso lo hace cualquiera.
Los burócratas
Luego de anunciar su retiro del cine (el cine ya se había retirado de él hace rato), Ken Loach volvió a Cannes con algo llamado I, Daniel Blake. El crítico social favorito de los millonarios canninos, regresa a la competencia oficial y esta vez, a sus obvias diatribas contra el mundo capitalista, le agrega una cuota de crueldad hasta ahora ausente en su cine. Su sufrido y calvo héroe es liquidado por el director a segundos de lograr el objetivo que estuvo buscando durante toda la película. Sepan disculpar, pero el inglés se merece todo y cada uno de los spoilers posibles. No hay nada que ver aquí. Que una revista como Sight & Sound celebre este tipo de cine, nos habla más de un nacionalismo mal entendido que de otra cosa. Un tema que en este festival se hace muy presente y sobre el cual volveremos más adelante.
Los hermanos Dardenne están funcionado hace un rato en piloto automático. Sus cuentos (o lecciones) morales parecen repetirse en forma paródica. Con La fille inconnue ocurre lo mismo. ¿Qué habrá sido de la vida de Rosetta? Para colmo, esta vez, los Dardenne también aparecen como productores de Graduation, la nueva película del rumano Cristian Mungiu. Mungiu hecha a mano todos los recursos (y méritos) por los cuales el nuevo cine rumano ocupa un lugar de importancia o interés en el cine actual y los aplasta con la pesadez de un guión que no se detiene a la hora de hacer sufrir a su personaje protagónico; a quien a los diez minutos ya le tiraron una piedra por la ventana de su casa, intentaron violar a su hija, descubren que es infiel y algunas otras cosas que, gracias a Dios, en este momento se me olvidan.
El iraní Asghar Farhadi se suma a este grupo con The Salesman, en donde las interminables idas y vueltas de sus sufridos (quejosos y parlanchines) protagonistas se entremezclan con los ensayos de una puesta teatral de La muerte de un viajante. Como si fuera necesario explicar que lo que estamos viendo está más cercano al teatro que al cine. Se lo extraña, y mucho, al japonés Kiarostami.
Los malos divertidos
Invento este rubro simplemente para hablar de The Handmaiden, la nueva de Park Chan-wook. En los papeles, el gran peligro, o problema, de la adaptación de la novela de Sarah Waters era el de caer en los peores vicios del cine qualité. Sin embargo, a pesar de sus sofisticados vestuarios, pelucas y ambientaciones de época, The Handmaiden está más cerca de un film exploitation que de cualquier otra cosa. La historia de amor entre dos jóvenes y bellas coreanas es tan disparatada como indefendible, aunque obviamente es preferible y más placentera de ver que los sufrimientos del obrero pelado de Loach. Las estupideces disfrazadas de denuncias sociales siempre serán consideradas más importantes (y tenidas en cuenta a la horas de los premios) que las inocentes fantasías de un valijero. Las actuaciones de Kim Min-hee y la debutante Kim Tae Ri hacen palidecer a las protagonistas de Blue is the warmest color. Mi palma personal va para la bellas y atrevidas coreanas. A pesar de que esta frase encierre una posible malinterpretación.
Algo de esto, pero sin la diversión, también se encuentra en Personal Shopper de Assayas. A pesar de que por momentos promete ser una versión de Demonlover con fantasmas y mediums, la película se la pasa todo el tiempo luchando contra el ridículo. En los momentos en los que triunfa, la culpable es la cada vez más afrancesada Kristin Stewart, quien también merecería llevarse un premio. Algo que difícilmente ocurra.
El resto
Ni vi la de Brillante Mendoza, titulada Ma’Rosa. A cierta edad, hay que cuidar el tiempo como oro. El más mediocre de una generación brillante de directores filipinos, es un abonado a Cannes y a medida que sus películas empeoran, más ascienden de categoría en las competencias. Un caso inexplicable. O algo aún peor.
Pedro Almodóvar vuelve a lo suyo con Julieta. Nicole Garcia con Mal de Pierres hace lo que hizo siempre, nada. Y hasta logra que uno no quiera ver una película protagonizada por los bellísimos Marion Cotillard y Louis Garrel. Jeff Nichols, con la solemne Loving, bien podría haber ocupado un lugar en la lista de los burócratas, pero parece haber algo más de lo que la película muestra a simple vista. Aunque es más que probable que me esté equivocando. Xavier Dolan con Just le fin du monde hace menos de lo mismo y a pesar de seguir posando de adolescente, sus trucos ya envejecieron de una manera alarmante y a los gritos. Nicolas Winding Refn con Neon Demon sigue jugando con los géneros, esta vez el terror, y las lucecitas. Veo una hora de las, casi, tres que dura American Honey de Andrea Arnold y no me desagrada, aunque me dicen que lo que sigue es exactamente igual, parece haber algo interesante en la luz, los encuadres, en su amor por la vida en la ruta y sus adolescente protagonistas. (O quizás no.) Inclusive a pesar de la presencia del siempre insoportable Shia LeBoeuf.
Y esto fue toda la competencia oficial de Cannes. Solo nos queda…
Lo peor
A pesar de haberse transformado en un personaje desagradable en estos últimos años, la filmografía de Sean Penn como director, sacando Into the wild, tiene algún punto de interés. The Last Face, con su historia de amor entre médicos sin fronteras, no solo fue el punto más bajo de todo Cannes (todo, no solo de la competencia), sino que se trata de una película irresponsable a la cual la palabra abyecto le queda chica. La inclusión de este título hace que uno ponga en duda la notable mejora de la selección en relación al año pasado.
Todavía quedan los premios que serán entregados en pocas horas. Pero tampoco hay que preocuparse por esto. Una vez terminado el sueño del palmarés, las buenas películas seguirán allí. Y también las malas, claro. Nada es perfecto.
Hasta la próxima.
Marcelo Alderete