Golpeé las manos y salió de la casa un pibe en la nube de su porro matinal tratando de mantener la compostura. En medio de un bosquecito parecía la cabaña de Thoreau. Cuando le expliqué me llevó para el fondo y me mostró sobre un techo una galería de zapatillas de distintos colores, tamaños y condición. Tuve que contener la risa. No podía creer lo que veía. Era como un gabinete de objetos perdidos de los hermanos Quay o una escena de algún libro de Pablo De Santis. Yo llevó una cuenta aproximada de esas cosas que van desapareciendo o dejo olvidadas aquí y allá. Gorras, cuchillos suizos, guantes, chaquetas. Se trataba de una perfecta hilera de zapatillas que le traían sus perros robadas de las casas del barrio. Si es que puede llamarse barrio a las casas que van apareciendo aquí y allá como una especie de colonización del bosque. ¨No son solo mis perros eh¨ me aclaró. Todos los perros del barrio vienen acá a dejar su botín. Mi zapatilla no estaba, claro; aunque sí una alpargata. Imagino que las conductas se contagian entre los perros como se contagian entre las personas. Entre los perros de este barrio circula el meme de robar zapatillas de los patios. Por puro placer nomás. Son todos perros con dueños pero les gusta andar por jardines ajenos. Como un sueño recurrente que tengo en el que circulo por los fondos de las casas. Entro y salgo como si fuera un fantasma. A veces vuelo sobre los paredones que separan un patio del otro. Todavía no se me da volar más alto. Apenas arriba de los patios y jardines. En general casas que parecen abandonadas intactas o en las que sus habitantes acaban de salir. Como esas historias de barcos que aparecen flotando con todo su mobiliario pero sin nadie a bordo. Es extraño si se lo piensa un poco. Ese horror sagrado que se tiene por atravesar un umbral sin autorización. No te busques más/en el umbral/para que sepan la forma de tu alma
Días después vino mi vecino fumeta con una zapatilla en la mano como si yo fuera la cenicienta. Hubo coincidencia. Me encanta estar acá. Me encantan los perros semi salvajes retozando al sol compartiendo y comparando su botín despreocupados. Hay incluso un género de películas para ellos; los ladrones de buen corazón. Y que siga la melodía.
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