Nicolas Winding Refn nació a comienzos de los 70. Esto indica que es un típico representante de la Generación VHS. De adolescente vivió en New York, donde estudió para ser actor, y de vuelta en su Dinamarca natal estudió cine. A los 26 años dirigió su primera película, y a partir de ahí se transformó en lo que se dice, un director exitoso que, como muchos europeos talentosos y no tanto, en algún momento de su carrera escuchó los cantos de las sirenas. De un sireno, en este caso, un tal Ryan Gosling. Pero no nos adelantemos.
Como la mayoría de los que crecieron en esa década, los gustos cinéfilos de Refn fueron formados viendo películas de terror y acción (norte) americanas. Suponemos que sus gustos, más tarde se fueron sofisticando o abriéndose a otros nombres y rumbos. Pero los primeros amores nunca se olvidan. Basta ver la trilogía de Pusher para saber y entender de qué estoy hablando. Nicolas no es el primero ni el último de una larga lista de directores (Tarantino, Rodríguez, etc.) que de grandes cumplieron la fantasía de hacer películas. Y sobre todo, películas que les habría gustado ver a ellos de niños.
Vaya uno a saber cómo la joven estrella en ascenso Ryan Gosling, vio las películas de Refn y lo convocó para dirigir Drive, un vehículo (valga el chiste fácil) creado para terminar de transformar a Gosling en una estrella o morir en el intento. No es la primera vez que Hollywood mira al extranjero para importar talentosos directores de acción de otros puntos del mundo. Drive (de nuevo los extraños caminos de la vida), terminó en la competencia de Cannes del año 2011 y consagró a su estrella protagonista y premió al director por su tarea.
Drive es una estilizada re-lectura de una película de los 80. O la fantasía de lo que eran ciertas películas en esa década. Desde la tipografía de los créditos, hasta la banda de sonido, pasando por el vestuario. Casi el sueño húmedo de los que crecimos viendo películas en VHS. La historia de Drive es tan simple como conocida. El héroe, un conductor de autos especialista en escapes post robos, callado y con un férreo código de conductas, quien se encuentra en una situación en la que debe ayudar a una dama en peligro y enfrentarse a los malos, poniendo incluso su vida en riesgo. La actuación y el personaje de Ryan Gosling, remitían a miles de personajes similares salidos de las películas de Walter Hill, J.P. Melville y varios otros ejemplos. Su actuación, basada en apenas dos gestos, terminaba de completar todo el cuadro. Confieso que cuando vi por primera vez Drive salí fascinado. Ya mismo quería conducir un auto a gran velocidad (para lo cual primero debía aprender a manejar, claro) y usar esa campera con un escorpión en la espalda. Por suerte, sólo llegue a pasearme con un escarbadientes en la boca por unos días. La película despertó en mí a aquel adolescente que después de ver Karate kid, salió del cine tirando patas al aire, y más tarde le dedicó dos años de su vida al noble y milenario arte del karate. No fui el único que cayó rendido a sus encantos. Los rumores de ese año en Cannes fueron que Olivier Assayas y Johnnie To, unidos contra el resto del jurado, fueron los responsables de que Drive no se vaya con las manos vacías. Inclusive el mismísimo Hans Hurch tuvo sus dudas con la película, sobre la cual dijo lo siguiente:
Reacciono instintivamente a las películas. Tengo un problema, por ejemplo, con la violencia. Hay algunas películas programadas en mi festival que son tal vez demasiado violentas. Algunas de las películas de Pou-Soi Cheang y tal vez Drive. No me gusta eso. Para mostrar la violencia en una película, tienes que ser muy bueno. Y la mayoría de las películas violentas son simplemente brutales, de la misma manera en que otras películas no son sobre sentimientos, sino que son simplemente sentimentales. Hay una gran diferencia.
Obviamente no tardaron en aparecer aquellos que dijeron que el Refn bueno era el de sus primeras películas danesas. Es sabido que a todos les gusta llegar primero, y que a pocos aplaudir a los exitosos. Es una forma de sentirse sofisticados. Hasta Leonard Cohen cantó al respecto: Ah you loved me as a loser, but now you’re worried that I just might win. Nicolas Winding Refn y Ryan Gosling habían ganado.
Sin embargo, tampoco fuimos tan inocentes como para no notar que había algo raro en Drive. Algo demasiado calculado en su puesta en escena, y en su violencia. Algo que no resistía una segunda visión o que empezaba a fallar de manera un tanto alarmante. Como una persona que se viste para una fiesta, y al verla por la madrugada nos damos cuenta de la verdad, y no de lo que creímos haber visto influenciados por el volumen de la música y los efluvios del alcohol.
Pasaron los años y la dupla no sólo volvió a juntarse, sino que volvieron nuevamente a la sección oficial del festival cannino. Esta vez, el vehículo para lucirse responde al grandilocuente título de Only God Forgives.
Días antes de la premiere de la película, Refn se apareció por la sala de la Quinzaine para introducir la nueva obra -después de décadas de estar alejado del cine- de Alejandro Jodorowsky. Yo no lo sabía, pero parece que la admiración de Refn por el excéntrico chileno viene de hace mucho tiempo atrás. Antes de que descubriésemos que La danza de la realidad (tal el título de la película de Jodorowsky), era una debacle absoluta y una de las peores películas programadas en esta edición del festival, el gesto de Nicolas Winding me pareció sorprendente. No sólo lo presento diciendo frases superlativas sobre A.J., a quien entre otras cosas llamó rey; sino que también se quedó a ver la película. Sobre esto volveremos en futuras crónicas.
Reconozco, nuevamente, que mi entusiasmo por ver Only God Forgives era alto. Llegar a la función a pocos minutos de que comience, y ver una excesiva multitud esperando por entrar, sólo logro aumentar mi ansiedad. Problemas técnicos acontecidos el día anterior en la base de datos que se utiliza para sacar las entradas, provocaron que se emitieran una cantidad inusitada de entradas, que superaba la capacidad de la sala; por lo cual habilitaron otra sala para poder ubicar al público. A raíz de esto, la función comenzó tarde, y además se cortó a los veinte minutos a causa de un problema con la electricidad.
La trama de Only God Forgives es tan simple como la de Drive. Pero en Drive, esa excusa de historia está desarrollada, aquí sólo parece existir como excusa para una puesta en escena ya no estilizada, sino hiper-estilizada. Cada plano parece un cuadro pensado por su director (y el departamento de arte) hasta en el más mínimo detalle, pero no como algo a destacar, sino como algo absolutamente artificial y sobrecargado. Lo mismo ocurre con la iluminación, todos los escenarios tiene luces rojas o verdes o amarillas o una mezcla de las tres. Lo mismo ocurre con las actuaciones, todos y cada uno de los participantes parecen salidos de una revista de moda dedicada a la exótica Tailandia, y se mueven de manera robótica de acuerdo a las -seguramente milimétricas- órdenes de su director. No es que se trate de una película que no respira, sino que su respiración proviene de un respirador artificial que lo mantiene a duras penas con vida. Inclusive, o quizás sobretodo, el cine de acción necesita que algo, aunque sea algo mínimo de vida real se cuele en su historia. Ya lo dijo Robert Bresson después de ver la primera Rambo: “el viento sopla donde quiere”, (ok, no lo dijo en esa circunstancia, pero qué lindo hubiera sido). Pero lo peor no es esta pose fashion, lo más terrible de la película, y dejo de lado sus explicitas escenas de violencia – no seamos pacatos-, es el uso de la psicología y un seudo misticismo que lo cubre todo. Lo que en Drive era pura superficie y mitos cinematográficos, aquí se trata de justificar utilizando una psicología que roza lo burdo (en verdad no solo lo roza, se empantana en el). Hay dos hermanos, uno bueno –digamos-, y el otro malo, un súper policía invencible con un aura mística y una madre incestuosa, terrible en su maldad. En una escena (spoilers, ojo) llegando casi al final, el personaje de Ryan encuentra a su madre asesinada por el policía con una espada tipo samurai; el bueno de Gosling, desfigurado por los golpes del mismo agente de la ley, no tiene mejor idea que introducir su puño en el útero de su madre muerta y recién descuartizada. Sí, leyeron bien. Uno llega a pensar que después de esta escena nuestro héroe se repondrá y saldrá a la caza del maldito policía, pero no, siguen unas escenas que podrían ser oníricas o no, ya a esta altura poco importa y listo. A diferencia del buen cine de acción, en donde el héroe protagonista puede sufrir todo tipo de abusos ya que al final se tomará venganza (y catarsis para el espectador), aquí todo es frustración e impotencia.
Uno piensa en que le habrá ocurrido a aquel muchacho danés al cual le gustaban tanto las películas de acción y no encuentra respuesta posible. La película está dedicada a Alejandro Jodorowsky y entre los agradecimientos aparece Gaspar Noé. Pienso (pero no justifico), en la influencia de las malas compañías.
Quizás la culpa sea de Cannes y todos los festivales del mundo, ávidos de encontrar autores en donde simplemente hay (y me encanta este término) nobles artesanos. Ni Venecia ni Locarno le dedicaron alguna vez retrospectivas a Ted Kotcheff o a John G. Avildsen. Y está bien que así sea.
Juro que quería hablar bien de Only God Forgives. Al menos antes de verla. Pero la verdad es que prefiero reconocer mis errores y soltarle la mano al tal Nicolas Winding Refn; antes que no poder volver a mirar a los ojos a ese niño que alguna vez fui, y que tanto disfrutaba de las películas de tiros, trompadas y héroes incorruptibles dispuestos a todo con tal de salvar a la chica, y de alegrarme en las tardes de doble programa del cine Atalaya, que ya -como tantas otras cosas- no existe desde hace rato.
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