No me interesan ni las iglesias ni los monumentos ni las comidas típicas. Vine solamente a estar aquí; a dormir la siesta tirado en la cama del hotel de manera oblicua para tratar de generar sueños extraños. Que tuve y olvidé. A mirar por el balcón. Se escuchan tambores lejanos, el murmullo de la gente y una música indefinida que se lleva el viento. Esta mañana me despertó la lluvia sobre el techo y ese silencio de ciudad tan especial. No pueden entrar los autos en el Pelourinho por lo que se escucha un silencio lleno de expectativa que viene de las casas circundantes. Como si todo el mundo hablara en voz muy baja. Fue una llegada a deshoras la de ayer después de un viaje muy largo gracias a la gentileza de Aerolíneas Argentinas. Había salido de madrugada para tomar el primer vuelo a Río de Janeiro y de allí a Bahía pero ¨problemas gremiales¨ demoraron la salida unas cinco horas. Cuando una voz en el micrófono anunció que se reanudaban las actividades todo el mundo nos sentimos muy afortunados. Argentina es una escuela de vida que moldea y mejora nuestras personalidades día a día. Vi Río de Janeiro desde el cielo y al llegar corrí por el aeropuerto para no perder la última conexión decente como en las películas. Durante el viaje vi la isla de Florianópolis como si fuera un mapa de sí misma y después una enorme falla viniendo desde el Oeste. Pareciera como si el continente se hubiera hundido y partido en dos dejando lugar a barrancas profundas ahora cubiertas de vegetación. Toda la región hacia el Oeste que quedó elevada es un gran plateau entonces. Pero alguien que nunca se moviera de allí jamás lo notaría. Supongo. Tomé desde el aeropuerto un colectivo de línea que tardó otra eternidad hasta llegar a la ciudad ya de noche y vacía. Las calles iluminadas la hacían parecer una escenografía de donde los actores ya se han marchado. La gente no ha perdido su humanidad a pesar del turismo y una chica simpática me guío por las calles tranquilas y me mostró las que debía ir evitando donde indefectiblemente sería asaltado. El hostel que había elegido por internet al azar estaba cerrado así que entré en el primer hotel que encontré. Llegar a una ciudad desconocida y meterme en el primer hotel que encuentre. Eso quería ser cuando sea grande. Y que nadie sepa dónde estoy. Esconderme en el ropero y matar de susto a mis padres. Algún día les enviaré la falsa noticia de que estoy muerto. Ya me arrepiento de lo que escribí. Y me pongo supersticioso. Como cuando finalmente subí al avión y mientras carreteaba me preguntaba si tanto correr para alcanzarlo no sería un mal presagio; que yo no debía estar allí. Pero supongo que hace tiempo me desvié del camino que me llevaba a donde debía estar. La habitación es cómoda y espaciosa con una ventana a un pulmón muy verde. Hay un espejo de casi toda la pared por lo que me siento en un telo. Este año volví a un telo después de siglos a donde no ponía un pie desde que andaba con mi novia legendaria. Supongo que en aquellos días no me importaba la música que se podía escuchar y estaba más concentrado en otras cosas. Está última vez no lo pude soportar. Pero me gusta mi habitación en Bahía. La enorme palmera del patio interior, el verde que entra por la ventana y ese silencio. Durante la mañana llovió como llueve en los trópicos y desayuné en el mismo balcón donde ahora escribo. Enfrente hay un edificio colonial enorme repleto de esculturas algo derruidas y sólidas columnas dóricas (podrían ser jónicas claro, nunca aprendí la diferencia). Caminé boleado por la humedad y el calor y volví a mi cuarto a tirarme. Vi él último capítulo de Boss. La semana pasada vi la primera temporada completa como si leyera una novela. Brillante. La segunda navega aguas turbulentas. Volví a salir. Hay muchos rastas arruinados y vendedores ambulantes que pasan de la aproximación amable y macanuda a la amenaza de muerte en segundos. Yo también me odiaría si me encontrara por la calle. No hay peor cosa que un turista. Hacer turismo es como mirar televisión, o irse de putas. No es real. Aunque pueda parecerlo. La única experiencia real en un lugar preparado para el turismo es que te asalten. Que te maten o insulten también supongo. Me están ganando los pensamientos oscuros. Debe ser el libro de Chico Buarque que empecé a leer. Literatura pura. Como algunas cosas de José Saramago, como otras de Julian Marías. Puntos de vistas imposibles solo logrado mediante las palabras. Como fue la primera Matrix (después nos acostumbramos, too bad) que mostró el movimiento imposible. O mostró el movimiento tal como no puede verse. El libro de Buarque comienza con un tipo que puede describir con exacta precisión el recorrido de diez balas, diferenciarlas exactamente una de la otra y contar su historia por decirlo de algún modo. Son las diez balas disparadas por un pelotón de fusilamiento. Y él es la víctima. Claro. Nunca me gustó la música tuku tuku. Pero Buarque es un escritor maravilloso. De los mejores. De los pocos que existen. La mayoría inventa historias para ganarse la vida; él inventa lenguajes. O le da otro uso a las palabras. La gente parece contenta abajo en la calle. Está contenta en efecto. Y un poco más allá está el mar. Dj malhumor.

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