The Stone Roses: Made of Stone, de Shane Meadows

Llega a los cines el documental de rock de 2013.
Je, era en joda, va de nuevo.

Desde que los documentales llevan bastante gente a los cines el género musical ha sido uno de los que más tardó en arrimar el bochín. Pareciera que «Searching for Sugarman» el año pasado –Sundance, lanzamiento internacional, soundtrack, guita– finalmente le dio al documental musical el empujón de taquilla que le faltaba para hacer cupo con algo más que el mero recital a lo «Celebration Day (reviewed in a previous encerradosafuera).

Este año tiene dos grandes nombres de ambos lados del Atlántico para confirmar al género musical como un buen lugar en el que documentar mucho más que un recital. En la esquina con olor a hamburguesa global está «Springsteen & I» y del otro win, tomando té con scons, «The Stone Roses: Made of Stone». Este último es el primero en llegar, casi un año después del retorno de los hijos pródigos de Manchester y, casualmente, antes de una serie de conciertos en el Reino Unido.

¿Cómo hacer un documental sobre el regreso de la banda más agrandada, fanfarrona y canchera del barrio cuando vuelven de la nada y, como tantas otras glorias de los 90’s, sospechada de regresar en busca de asegurarse una jubilación digna? ¿Cómo mostrar a la banda que desde 1989, sin modestia alguna, prometió todo, juró ser la mejor del mundo y construyó una carrera musical en base a dos discos y una montaña de escandaletes, rumores y los mimos constantes de la prensa especializada?

La jugada maestra fue entregarle la dirección a Shane Meadows, responsable de This is England (2006) y sus posteriores reencarnaciones televisivas. Al igual que en la película basada en sus experiencias a principios de los 80s con el movimiento skinhead, Meadows se concentra en hacer lo que mejor le sale: contar historias desde el punto de vista de cada personaje, por más ínfimo que sea, y sin dudar en incluirse como actor ocasional o, mejor dicho, uno más en la escena. Así, la gran historia del retorno no es la documentación del reencuentro de cuatro rockers gastados que deciden dejar atrás viejas diferencias, sino que es eso y también lo que pasa alrededor de ese regreso ansiado por fans. Todos esos que hoy son, después de casi dos décadas, también el tejido mismo de la sociedad británica norteña: madres, padres, empleados, carpinteros, laburantes. Ellos son capaces de dejar su vida diaria ante el anuncio de que los Stone Roses darán un concierto sorpresa después de 16 años  y sólo habrá entradas para los primeros que lleguen con un disco, remera o memorabilia de la banda. El director, entonces, retrata el regreso de la banda a partir de la espera interminable de quienes realmente merecen ese show: los que consideran que no han visto un mejor concierto en los últimos veinte años, los que religiosamente escuchan el primer disco al menos una vez por semana, los que insisten en que sus hijos vistan la gorrita tipo Guilligan de Mani y memoricen ese puñado de canciones de la banda.

Así es que desde los primeros minutos, Meadows se deja presentar por Ian Brown mientras, detrás de la cámara, registra cuando la banda se junta en un hotel y se prepara para la conferencia de prensa en la que anuncia su retorno, hasta entonces imposible. Luego, a lo largo de la película, el director aparecerá para sumar con su imagen y relato a lo que es la gran historia del regreso de The Stone Roses.

El resto del documental, no resta, es lo que uno espera: cuatro o cinco canciones enteritas y en el orden correcto (con un final que es oro puro); pantalla dividida para ver a los cuatro tocando al mismo tiempo mientras intercambian miradas; la revelación de que están ensayando canciones nuevas aunque no nos muestren ni medio acorde; las imágenes de la banda “nunca antes vistas” –pendejos con granos, primeros recitales, fotos pedorras- y los etcéteras de rigor.

Meadows logró una película prolijísima y con un exceso de tino admirable porque, este documental bien podría haber sido una oda al fanatismo,algo que por suerte no sucede y termina siendo una oda al fan, el individuo y su relación con el fenómeno cultural. Aplauso aparte para el diálogo en off de Hitchcock al principio por brillantemente lateral y sinestético.

Confieso que esperaba cerrar estas líneas con “este documental es sólo para fans de…” y así lo haré. Pero igual, para mi sorpresa y con mucha alegría, puedo decir que no es únicamente para fanáticos de The Stone Roses sino también para seguidores de Shane Meadows. Y por esto, no le echaré la culpa a la banda ni al director: la culpa claramente es de las canciones.

TXT y foto: Beto Jet-O
http://betojet-o.blogspot.com/

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