Bahia de Wismar, Poel Insel. Slow dreams de Twin Peaks. Desperté de un sueño en el que buscaba una estación de servicio. Estábamos con papá y Tommy. Estábamos en el campo, como en un camino hacia la costa. Papá había dicho que buscáramos una en especial pero estaba cerrada. Había un camino y una gran arboleda de eucaliptos. Como esos al costado de la ruta camino a la Plata cuando íbamos a hacer los trámites de ciudadania. Nadie sabía bien cómo se escribía el apellido de mi abuela húngara. En los documentos aparecía escrito de tres maneras diferentes. Incluso después me enteré que su pasaporte era rumano. Papá disfrutaba mucho esos encuentros. Yo también. Después recordé otra parte de sueño en que yo me preparaba para largar una maratón. José ponía cara de no vas a poder. Yo le decía que por lo menos iba a hacer menos de tres horas y media. Yo llegaba del viaje y quería correr directamente sin preparación. Lo recordé mientras corría hoy por la mañana. Siempre me pasa que reconstruyo los sueños a partir de cosas que después me suceden durante del día. Restos diurnos a posteriori. Alguien supersticioso pensaría que son premoniciones. Desperté temprano aunque no tan temprano. La playa enfrente vacía. Anoche alguien había prendido un fuego. Nosotros tomábamos unas cervezas en el trampolín del barco. Las había ido a buscar Kathrin con el kayak inflable. Con Ben nos quedamos charlando en el barco justamente sobre ella. Es una persona hermosa. Pasa que lo está presionando a Ben. Cosas de alemanes. En otra parte del mundo la chica hubiera hecho lo posible para que me vaya y dejarlos solos en el barco. Ya me estaba preparando para que me trataran mal y con algo de perfidia. Situaciones que he pasado. He sido ese amigo pesado de la película de Owen Wilson. Ella al revés me dijo que era una pena que me fuera cuando le conté que pensaba bajarme después del canal de Kiel desde donde pensaba caminar hasta Amsterdam donde volvería a encontrarlos. ¨La estamos pasando bien¨ me dijo. Así y todo lo presiona a Ben a que se decida si quiere tener algo con ella. Llegó remando y trajo cervezas. Es la clase de chica que para conquistar hace cosas de varones. Ben está asustado. La vimos volver cuando el sol se iba y el mar estaba rojo. Ella subió al barco y yo al mismo tiempo al kayak y remé hacia el horizonte. El agua estaba quieta y a medida que me alejaba del barco se hacía más nítida su conversación. Más me alejaba mejor se escuchaba. Remaba hacia el horizonte como un dibujo animado del cowboy que cabalga hacia la puesta del sol. Después apareció la luna completamente roja y muy baja. No entiendo como nos acostumbramos a estos fenómenos. No entiendo como nos acostumbramos a la vida en general.
Algo abombado retomé el libro los cuentos de Paul Bowles. Son hermosos y todos transcurren en lugares por los que he pasado y reconozco de alguna manera. Aunque mucho después, aunque me tenga que esforzar. Tánger, Mauritania, una Latinoamérica indeterminada vista desde la perspectiva de un europeo desclasado. ¿Nos es eso lo que somos a veces los argentinos? ¿europeos desplazados y que han perdido el rumbo? Kathrin que ya estaba despierta y me escuchó se ofreció cruzarme a la costa con el kayak. Primero ella se tiró al agua y luego tomamos un café. Salí a recorrer la isla con el último fresco. Ya pronto llegará el sol más fuerte y el calor. Primero un sendero por un bosque costero que se acerca y aleja unos metros del mar. Después se sale al borde del bosque donde hay un campo sembrado. Después un faro, un pequeño pueblo de vacaciones y un camping. Más bosque y en la punta de la isla unos arenales que son refugios de varias clases de pájaros. Volví pasando por el pueblo más grande la isla que es apenas un caserío pero tiene una iglesia y un antiguo fuerte lo que lo hace la atracción cultural de la isla que tiempo atrás debió ser solo puro campo. Cuando regresé el kayak estaba en la costa. Ben y Kathrin se habían ido a caminar. Me quedé un rato mirando el barco anclado y solitario. Después metí las cosas en una bolsa seca que había dejado en la playa y nadé hasta alcanzarlo unos doscientos metros mar adentro. Dejé el kayak en la costa para cuando volvieran. Me sequé en la cubierta al sol, algo dormido, algo despierto, contento como en el libro de Bioy.

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