Todavía estoy subscripto al mail de Pedro y me siguen llegando mensajes de venta de campos por toda la provincia. También me llegan mails de un sitio de búsqueda de trabajo en Quebec. Ya hace quince años casi desde que lo vi a Pedro por primera vez y en verdad lo volví a ver solo una vez cuando me presentó a la hija de su pareja (aunque yo no me había dado cuenta en ese momento). Se parecía a una actriz muy linda, pero más bajita. Años después me di cuenta que había sido una presentación. Esa vez nos encontramos para cenar en una parrilla de Palermo. Antes me había enviado un paquete con cds grabados con su colección de Johnny Cash. Pedro podría ser un personaje de película independiente, esas comedias noir hechas a conciencia con personajes extraños. Yo trabajaba en una reserva de vida salvaje y ahí lo había recibido. Pasaron muchas cosas en esa reserva. Por ejemplo una madrugada vi la criatura más hermosa que jamás haya visto. Un aguará guazú o lobo del pantano, ambos hermosos nombres. De un pelaje rojo esplendoroso, espigado como una supermodelo, majestuoso. Ibamos con la camioneta rumbo a la laguna con dos observadores de aves fanáticos. Era ese momento mágico en que no se sabe sí el día comienza o termina. Fue la chica que gritó lobo. La bestia estaba junto a la ruta. Levantó la cabeza y nos observó un par de segundos para luego desaparecer en el pastizal. Fue mi premio por despertarme tan temprano. Pedro nunca se sube al auto de otro asi que cuando los llevé a la laguna el me seguía con su camioneta, bastante destartalada por cierto. Su pareja era una arquitecta medio loca y simpática. Esa locura que hace perder los límites sociales y atrae a algunos hombres. Se había venido con una botas de lluvias porque pensó que íbamos a caminar por el pantano. Pedro estaba acostumbrado a andar entre gente importante y hombres de negocios y por alguna extraña razón me trató como un igual. De nuestro fugaz encuentro solo quedó mi mail en una lista como si fuera uno de sus clientes. Y acordarme de él cuando escucho a Johnny Cash aunque no siempre, la memoria es caprichosa. Pero llegan los mails. Como los de la comunidad COTO lo que es una tristeza. Me vuelve al mundo de los hombres. En la reserva volé por primera vez en una avioneta y vi un yaguarundí. También aprendí a andar a caballo. Carolina vino una vez. La estancia estaba vacía y era como nuestra. Dormimos como unos señores en una gran habitación que daba al tajamar. Después volvimos al pueblo en una camioneta en la que íbamos muchos apretados por un camino imposible y junto a un gran cuero de búfalo que era aún peor. Nada de eso importaba. Otra vez me pasé horas viendo una tormenta.

De alguna manera me llegó la música de Duster que estaba escuchando en uno de estos días. Slowcore para estos tiempos de lentitud. Si lo pienso siempre fui un poco lento. Crucé la autopista al atardecer volviendo de la casa de mis padres. Un gran cielo hacia el oeste ya presintiendo los espacios abiertos. Una serie de canciones desconectadas las de Duster. El post rock es una especie de mantra, una gran meditación que une a todos sus intérpretes y canciones como si fueran una sola nota en una gran zapada. Los malos dicen que todas las bandas de post rock son iguales, pero es la malicia de los que no entienden. Todos la tenemos. Todavía me llegan mails con ofertas de trabajo en bares en Montreal y Mallorca. En otro sitio un velero busca tripulación para cruzar el Atlántico. Puse Duster en Google y apareció la imagen de una pradera y la leyenda: escuchando a Duster por un mes completo, día 1.

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