No me había gustado demasiado Sibila, el aclamado documental de Teresa Arredondo sobre su tía, Sibila Arredondo, ex Sendero Luminoso, pero Las cruces ha sido una grata aparición. Los documentales sobre los crímenes de la dictadura militar chilena necesitaban cambiar un poco de ángulo, contar con una propuesta diferente y Arredondo y Vázquez Méndez han hallado una vía expresiva muy interesante, apostando más a la distancia y al desdoblamiento que a otros procedimientos ya más transitados, como el relato en primera persona y las imágenes de archivo. Las cruces se centra en el secuestro y asesinato de 19 trabajadores de la papelera CMPC en Laja, en la región del Bio Bio, unos días después del golpe de Estado de 1973, pero el recuento de esos días se construye con la lectura de los informes y las confesiones documentadas de los carabineros involucrados en aquel operativo en la voz de los mismos familiares de las víctimas. Los relatos se escuchan mientras vemos filmaciones actuales de los lugares donde sucedieron los crímenes: los caminos por donde fueron transportados, las calles en las que fueron arrastrados, y el baldío donde el Estado los asesinó y enterró clandestinamente. Todos espacios hoy apacibles, silenciosos, ajenos a la brutalidad presenciada hace cuarenta años. Pero esa diferencia es engañosa, y allí reside la potencia expresiva del documental, en el contraste entre el silencio y la apacibilidad de esos lugares en el presente, y la violencia y los crímenes de ayer, porque es allí donde se libra ese duelo aún vigente entre olvido y memoria, entre justicia e impunidad. Los crímenes no quedaron sólo en las tumbas, en los documentos oficiales y en los museos, siguen ejecutándose hoy, hasta tanto no se haga justicia. Y mientras tanto, allí estarán las cruces que los familiares colocan trabajosamente, como símbolos de esa lucha permanente que aún nadie está dispuesto a abandonar.

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