Festi Laptra 2014

Viernes 28 de noviembre – Centro Cultural Konex.
Txt: Ludmila Iara K. – Fotos: Mariela Cobos

El año pasado el Festi Laptra fue un sábado, empezó temprano en la tarde y a las doce de la noche se cortó todo, pero con un motivo más que justificable: el domingo 27 de octubre era día de elecciones. Llegamos a horario, pudimos estacionar cerca muy tranquilos y entramos con porquerías varias para alimentarnos (parte esencial para nuestra supervivencia durante las ocho horas que teníamos por delante). Cuando entramos compramos una cerveza, vimos a Mi Pequeña Muerte y empezamos a comer papas fritas. Después compramos nachos con queso y otra birra. Vino y nachos con queso. Nachos con queso y chela. A las diez de la noche no vendían más alcohol, así que nos limitamos a otros nachos con queso. Evidentemente nuestros metabolismos de adolescentes funcionaban como corresponde, o incluso mejor de lo que deberían, pues a la salida hicimos una visita a Ugi’s. Tres personas. Kilos de nachos. Pizza. Galletitas. Listo: el año siguiente íbamos a volver al ahora denominado Festi Lastra, no sólo porque la comida hace la felicidad, sino porque los horarios se acomodaron a la perfección a este trío que ya empezaba a despedir sus veinti-, sumándonos alegría, y porque la música nos agrada y nos llena de jolgorio, júbilo, satisfacción y bonanza. Sí, me gustan los sinónimos. Por la diversión anteriormente expuesta, ni bien supe la fecha de este año, corrí a decirle a mejor amiga que se reservara el día. Se me cagó de la risa: faltan meses. Ok, sí, faltaban meses, pero cuando se quisiera dar cuenta iba a ser mi cumpleaños Nº30 (quince días después de la fecha en el Konex) y ya iba a haber pasado, así que bien hice en mencionarlo con tanta anticipación.

Desde un principio algo vaticinó que no iba a ser lo mismo porque en lugar de ser un sábado en horarios amigables para los que estamos asomándonos a la tercera década, era un viernes a partir de las 19hs. No me quejo en lo absoluto del comienzo temprano, de hecho lo abrazo y bienvengo, pero ¿un viernes? No sé, me resultaba una combinación poco obrero friendly para los que salimos de trabajar a las 22hs… en Olivos. Pues bien (yo te saludo, Oscar Traversa), no nos íbamos a dejar ganar por estas nimiedades ni por nada. Simplemente había que ir. HABÍA QUE, con tanto énfasis, porque durante el año apenas cruzamos los límites de la General Paz o vimos bandas locales debido a la rutina, cansancio, parciales, finales, trabajo en horarios estrafalarios (la vida del docente es así), auto en taller durante casi tres meses, frío, plan ahorro para viaje que nos duró un día, etc.

Llegado el día, hubo que hacer una gran planificación de logística: Pablo Nahuel, salí de casa a las 21, yo termino de laburar antes, pasa a buscar a Sofi, pasen por mí y llegamos a las 22hs, justo para Él mató, a quienes realmente quiero ver porque ¡sólo van a tocar el primer disco! Eché a mis alumnos antes, entramos a tiempo y nos encontramos con una realidad espantosa en forma de enormísima cola para comprar cerveza y comida. Afortunadamente, esa cola avanzó rápido, pero sólo sirvió para ver otra horrible escena: ya no había más comida. Bah, quedaban pizza y empanadas, pero nosotros queríamos nachos con queso. Bueno, nos alimentaremos a base de cerveza (cumplir treinta no te exime de tomar decisiones estúpidas).

“Así que vamos a ver a Él mató”
festilaptra-konex-el-mato-a-un-policía-motorizado-mariela-cobos-28-11-2014Con un enorme vaso cada uno nos acomodamos cerca del escenario de afuera. Decir “cerca” es una gran mentira, sólo quiere decir que nos acercamos un poco, porque en las periferias siempre se lo pasa mejor: nadie te empuja, no estás apretado, no te tiran la bebida encima, podés prenderte un pucho sin las quejas de la gente. En resumen, estás cómodo.
No voy a negar la emoción que me causó escuchar, después de tanto tiempo, a una banda que supo ser temporariamente de mis preferidas haciendo uno de mis discos predilectos. Sin embargo, esa emoción no fue suficiente, es como si algo se hubiese roto (“aaaaaaaaaaaaalgo se rompióooooooo”. Sí, ese es Bochatón, pero no importa. Canten). A veces, por distintos motivos, no vemos a un amigo por mucho tiempo y, cuando volvemos a verlo, es como si no hubiese pasado nada de tiempo. Otras veces, los vemos y nos preguntamos por qué tuvimos una relación, si realmente no compartimos nada, o simplemente ya no compartimos nada. Esta comparación también aplica a ex parejas “¿Qué carajo hice con Fulanito tanto tiempo si no tenemos nada en común?”. Personalmente, jamás sentí eso por una persona, pero una banda no es una persona y, en algunos casos, cambiar de opinión es válido. Y el gusto, de una manera u otra, puede estructurarse como una opinión. Sí, el policía motorizado me sigue agradando, pero no es lo mismo. Cantamos, movimos los piecitos, tal vez un poco los hombros, me confundí nombres de canciones. Nos divertimos.
Una noche de verano, tal vez 2007 o 2008, los vi en El sótano/Salón real, y un pibe, cual Bez de los Happy Mondays, bailaba en el escenario, era el mismo pibe que ya había visto una vez en el Salón Pueyrredón haciendo lo mismo. El viernes pasado, en algún momento del corto show (y no lo digo en forma de queja), alguien bailó en escena y, por diez segundos, pensé que podía ser él. La ilusión duró poco, pero me sirvió para accionar otras epifanías: estos pibes ya no suenan desprolijos y Santiago Motorizado ahora dice más de cuatro palabras seguidas. Yo me puse vieja, ellos crecieron.

“¿Quién toca ahora?”
Si hay algo que siempre tengo que tener en este tipo de eventos es un papel con los horarios. Graciadio’ por la tecnología, estaba en mi cartera, ubicado exactamente en el celular, visita al evento de Facebook mediante.
Al terminar una de las principales atracciones (al menos de las que yo quería ver) nos encontramos con gente que frecuentábamos en otro momento (amigo de ex novio, bah), hablamos del recital que acabábamos de ver, de qué venía después y nos recomendó the Hojas Secas con una frase poco afortunada, haciendo una comparación con cierta banda yanqui que estuvo muy bien en su primer disco (ese que tiene hitazos como el del nombre de medicamentos que tomaban en “Un mundo feliz”) pero que después deberían haber muerto y no pasar del 2002. En ese momento, tocaba Antolín, aunque nos costó reconocerlo sólo de oído y tuvimos que chequear en el celular (acercarnos al escenario no estaba en nuestros planes). No entramos a verlo desde un principio, pero al final le dimos una chance. “Yo creía que era más deprimente” “Este pibe cambió algo… Sí, a mí también me parecía que era más deprimente”. Es mi deber aclarar que esa chance sirvió de música ambiente para un debate candente sobre asuntos de gran importancia en la vida de la gente: luego de ver “Fire Walk with Me”, te das cuenta de que Laura Palmer realmente estaba enamorada de James, pero James es un personaje sumamente desagradable, siendo este el motivo por el cual mejor amiga y yo preferimos a Bobby Briggs, mientras que novio al motoquero (¿ah?). Gritos, exacerbación, fanatismo. James era un denso, el vendedor de drogas un tarado, pero un tarado simpático, no un bajonero como el otro con su cara de drama y pocas ganas de vivir. Se me ocurrió que bien podríamos parar a alguien y preguntarle, pero me hicieron abandonar la idea rápidamente.

festilaptra-konex-javi-punga-mariela-cobos-28-11-2014 Luego vino el turno de Javi Punga. A él lo descubrí en el 2006, creo, cuando me hicieron escuchar esa canción que decía “Eres millonaaaaaaaario / eres millonaaaaaario / eres millonaaaaaaaaaario / en tu-co-ra-zón”, probablemente titulada “Eres millonario” o símil. No fue un recital con grandes momentos. Le buscamos parecidos al bajista, pero sólo voy a nombrar el de Iggy Pop. Nos resultó divertido, pero no mucho más. Voy a justificarme diciendo que nunca me dediqué a escucharlo demasiado y, creo, debería porque me resulta un simpático (no como Bobby Briggs, no. No puedo tirarle el mote de tarado a gente que no conozco). En cierta forma esto es lo bueno de ir a festivales, aunque te interese el treinta por ciento de las bandas: descubrir (o redescubrir) qué está haciendo la gente en sus momentos de inspiración musical.

A pesar de esto, no estábamos en el ánimo más explorador del mundo y, viendo a nuestro alrededor, descubrimos que la gente una vez que tocó Él mató empezó a dispersarse. Muchas personas afuera, charlando, y ahí tuve otra epifanía: son todos iguales. Nos miramos a nosotros, qué teníamos puesto y nos dimos cuenta de que también estábamos como ellos. Una piba a metros mío en chupines, remera de banda sin mangas, cartera al hombro era un espejo de lo que yo llevaba en ese momento. Sin embargo, algo marcaba la diferencia. No sabemos qué fue, pero mantuvimos un cierto distanciamiento y quisimos pensar que éramos el otro que, por contraste, definía a los demás. Mentira enorme. Estábamos como los demás, pero lo negamos. Nos sentimos especiales, pero no lo éramos, tampoco lo somos. Creemos que querer ser original y diferentes es algo que está latente en ciertos ámbitos. Tal vez lo seamos, pero acá no. Acá somos lo mismo, pero eso es lo que pasa cuando uno se mueve en ciertos ambientes, se comparten los gustos, aunque en la cotidianeidad, tal vez en la calle o en el trabajo, sí seamos un poco diferentes. O no, no lo sé. Hay que dejar de querer marcar individualidad desde la apariencia y marcarla más desde la esencia y, como estoy diciendo pelotudeces que ya empiezan a darme verguenza, mejor nos movemos a qué vino después.

festilaptra-konex-the-hojas-secas-mariela-cobos-28-11-2014 (1)Como todo este momento filosófico tuvo lugar entre Atrás Hay Truenos y Hojas Secas es bastante obvio decir que no los vimos. Escuchamos algo y nos acordamos de los Strokes, para nuestro desagrado, pero eso es lo único que voy a decir porque no se puede juzgar en la lejanía. No. La experiencia estética (ajá, claro) en los recitales implica la cercanía o, al menos, estar en un lugar cómodo participando de esta especie de ritual dionisíaco (ajá, claro Nº2) . No voy a juzgar a Hojas Secas por algo que escuché a la distancia, no muy claramente. Además, después nos cruzamos con esa gente que solíamos frecuentar todo chivado y colorado que nos dijo lo bien que sonaron, lo buenos que son. Lo sacamos cagando, por la sola diversión de boludear al que está drogado, pero la negación duró poco porque la charla viró a hablar mal de la gente, reírnos del que no está para defenderse. Esa actitud adolescente no cambia con los años, de hecho, se pone peor.

“Pensé que era una banda de minitas”
Las Ligas Menores hacen una música muy amena. Tal vez monótona, pero amena. Las pibas no le ponen mucha onda cuando cantan, cuando lo hace el pibe querés que termine de una buena vez, no obstante nos agrada. La invariabilidad de sus canciones se acompaña perfectamente por la uniformidad de las voces, forman un conjunto y, me parece, es una decisión muy correcta porque, en suma, hacen que eso sea su sonido propio. Cuando escuchás sus discos, te transmiten tranquilidad y creés que cuando tocan en vivo están todos parados,festilaptra-konex-las-ligas-menores-mariela-cobos-28-11-2014 (1) moviendo los hombros, en calma y con paz. Pero no.
Cuando tocan, la gente agita. A mí, en lo particular, me gusta el agite aunque cada vez esté más lejos de siquiera mover el brazo. En la comodidad del fondo apareció un conocido, también sudado. “¿Qué onda con estas pibas? Hay aguante, ¿eh?” “Claro. Seguro que pensaste que se trataba de pibitas haciendo música para minitas… pero te re equivocaste, ¿no?” “¡Seee!”. Eso me hizo recordar que no debemos quedarnos con el disco en la comodidad de nuestras casas, hay que ver el vivo porque ahí está la verdad. Además, en mi humilde opinión, esta banda en particular transmite otro tipo de cosas en vivo que en la reproducción hogareña no pasa y eso es la gente que está abajo del escenario, en pleno regocijo, potenciando la experiencia. Sonará a muy evidente, pero voy a decirlo igual. Es como ir al cine: te pega más fuerte. (Lo que me recuerda: menos mal que no vi “Boyhood” en una sala, sino iba a llorar cinco horas seguidas. Qué feo es el nudito en la garganta por el llanto y no querer largarlo porque tenés que mantener una imagen de fuertecita).
Sí, con Las Ligas Menores a primera vista puede parecer todo lo mismo, “pero de qué me sirve quejarme”.

“Lo quiero mucho a ese muchacho”
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Cuando estábamos afuera, hablando mal de la gente, en la charla se nombró a Tom Quintans, cantante de Bestia Bebé, acusado de pedante. Yo lo defiendo: me gusta muchísimo lo que hace y eso me es suficiente. Si es o no una persona modesta, no me interesa. Recordemos mi amor incondicional a los hermanos Gallagher, tremendos boludos de la historia del rock. Además, cuando una no conoce a alguien personalmente y el único acercamiento que tiene es a través de su obra poco importa qué hace de su vida personal. Claro que esto tiene límites y espero no enterarme jamás que faja viejas.

Tal vez hacer asociación por localidades esté mal y, si alguien aplicase esos criterios en mí, me vería en problemas porque crecí en los mismos lugares que Robledo Puch y los Puccio, pero me resulta inevitable no pensar en que cierto tipo de sensibilidad y reivindicación por el barrio y el fútbol están presentes tanto en las canciones de Bestia Bebé como en los escritos de Fabián Casas (ok, sí, uno es de Racing y el otro de San Lorenzo, pero eso no es lo que interesa ahora). Probablemente esté diciendo alguna obviedad, pero siempre afirmo que, mientras esté bien argumentado, uno puede hablar giladas: 107 Faunos y el escritor compartieron alguna vez escenario en el Parque Centenario, el cantante de esta banda actuó en la adaptación de “Ocio”, el libro “Rita viaja al Cosmos con Mariano” tiene una clarísima alusión a una banda perteneciente al mismo sello (además de ilustraciones de cierto bajista motorizado). O el agua que sale de las canillas de Boedo tiene algo que te hace compartir nostalgia o la gente de Laptra hace cásting temático, no sé.
Nuevamente no estuvimos demasiado cerca del bardo. Pero esta vez, a pesar de la lejanía, cantamos (¿graznamos?) e incluso aplaudimos porque somos unos locos bárbaros. Tuve otro recuerdo de mi juventud cuando se subió a cantar un pibe que siempre anda por ahí (no tengo idea de quién es, pero lo he visto en otras ocasiones). Sí, la última vez que tocaron en El Zaguán el tipo se subió pero yo, personalmente, no lo veía desde hacía muchos años cuando, en Plasma, tocaban Go-Neko!, los Faunos y Él mató, aunque con otros nombres, cual Dustin Hoffman y Michael Jackson de invitados en Los Simpsons. Acá hubo agite tribunero y eso me gusta por algún motivo que no termino de comprender, ya que nunca fui a la cancha (un partido del sub-20 en el 2001 no cuenta) y el fútbol me deprime. Supongo que será porque Bestia Bebé le saca el snobismo al pedo que he visto en el público de otras bandas del mismo sello.

Saludos a la chica con remera de “Twin Peaks” por habernos dado la razón en la dicotomía Bobby-James, que sirvió para borrar las acusaciones de novio hacia nosotras “Ustedes piensan igual porque son amigas”, frase que venía con cierto tufillo a “¡Están en mi contra y las odio!” (léase con tono de Dandy de la última temporada de “American Horror Story”) y también a Hernán Panessi por cuidarnos la cerveza mientras jugábamos al freesbee obtenido después de haber comprado una pizzeta rellena. No hice mucho comentario al respecto pero nos quedamos muy tristes porque a este Festi Lastra le faltó la parte de “lastra” haciendo que en nuestro imaginario vuelva a ser denominado Festi Laptra. El año que viene vamos a ir al Festi Laptra, no al Festi Lastra, devolviéndole el sentido que tiene: escuchar música y divertirse, no comer como si no hubiese un mañana.

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