El Principio de Realidad

Este año terminó con tres sorpresas u apariciones. Primero los ciervos, después el cerro Las Hermanas, después Bowie. Salí a correr por el bosque y después de sobresaltarme un poco por el ruido de ramas rotas vi una familia de ciervos completa escapándose entre el follaje. Bambi is not dead. De entre las 8000 canciones del Ipod el modo shuffle me sorprendió con la canción del año aunque ya era muy tarde para votarla: Where are we now? del gran duque. No importa porque seguramente estará entre lo mejor del siglo cuando la votación llegue. Por último, en una mañana helada (sí, helada) las paredes de piedra de Las Hermanas que se despejaban después de varios días de lluvia. Son esas mañanas en que el universo entero parece renacer. Nieve nueva sobre los cerros, el lago como un espejo y ese aire frío que cala los huesos. Fue una mañana parecida hace más de diez años en Calafate, cuando todavía era un pueblo, la que me llevó a decidirme marchar a Patagonia. Las decisiones se toman por hechos claros, distintos y aislados como ese. Ni siquiera se toman en verdad porque olvidamos esas pequeñas epifanías y tiempo después; incluso años, descubrimos qué nos trajo hasta aquí. Lo mismo me pasó con la quinta en Leloir. Los zorzales. Una tarde sentado en el jardín viendo saltar los zorzales sobre el césped recordé o supe que ya había vivido exactamente la escena y que fueron esos zorzales (son siempre los mismos) los que me habían hecho irme de la ciudad. Pequeñas escenas guardadas como talismanes. En Leloir, años después, en la cocina, le dije a Carolina que nunca olvidáramos esa noche. Le dije que por favor me la recordara cada vez que quisiera irme. Nos dijimos los dos que íbamos a recordar. Otro talismán. Como en los cuentos folklóricos cuando se trae un objeto de otro mundo para saber que no fue un sueño. Un anillo; una foto; una pata de conejo. Pero olvidamos claro. Los dos. Quedó solo la marca del recuerdo pero no el recuerdo mismo. Nos esforzamos para recobrarlo pero fue inútil. No pudimos recordar qué nos había hecho tan felices y tan seguros de esa felicidad. Y se esfumo esa noche y todo lo que había atrás. Sueño somos.

Y veinte años después aparece Silvana y me dice que todavía se acordaba de ese abrazo en el gimnasio del colegio el último día de clase. Delante de todo el mundo. Incluso su novio y los amigos del novio que me la tenían jurada. Fuck fuck fuck. ¿Qué hago ahora David? El guión perfecto para John Hughes (Cf. Talking with Girls about Duran Duran de Bob Sheffield, pág 173; los dos finales para Pretty in Pink). El cerro nevado apareció cuando cruzaba a Chile y me dirigía a Osorno por tercera vez en tres semanas. Una de las tardes me la pasé en un mundo separado del otro por un río sin puente. De este lado la estancia y los paisanos. Del otro el mundo del turismo con sus familias de pic-nic. Tuve que esperar unas horas sin duración hasta que me cruzaron en un bote. Una travesía ontológica. A la noche en el camping encontré a tres pibes también en bicicleta. Macanudos. Compartimos una comida mientras hablamos de viajes y escuchábamos Californication (sí, en mi mundo ideal los pibes escuchan a El Mató y Radio Dept.) Macanudos los pibes. En marzo se reciben de ingenieros. Les dije que antes sabía qué era un ingeniero (alguien que dirigía obras de proporciones gigantescas; alguien que pensaba puentes y maneras de desviar los ríos) pero que ahora no. Les dije que me había enterado que ahora las empresas, de la clase que sean, querían ingenieros. Me dijeron que sí, que probablemente. Entonces les pregunté en qué querían trabajar. La respuesta de los tres fue que en cualquier cosa donde les pagaran bien. Ja. Recordé a Bob Patiño en una escena muy fuerte de los Simpson diciéndole a Krusty mientras amenazaba matarlo que jamás en toda la historia de la humanidad ninguna civilización había considerado a la ingeniería como una vocación. No me pasa a menudo pero muchos nombres me vinieron a la cabeza para este post: Osorno three times; Reality Check (mi homenaje a Schneider TM); Los ingenieros; Lo Perecedero o tan solo este que lleva puesto. Santiago Bardotti (aka Dj malhumor).

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