El pasito de onda, de Guillermina Pico
Antes que nada, una aclaración. A pesar de no conocerla hace tanto tiempo, soy amigo de Guillermina y vi nacer el guión de El pasito de onda cuando eran unas pocas notas en un cuaderno escolar de tapa blanda.

Habiendo hecho estas aclaraciones, me dispongo a hablar de una cineasta llamada Guillermina Pico.
Los cortometrajes siempre me causaron desconfianza. En la mayoría de los casos (y sobre todo, los producidos por alumnos de escuela de cine) se suelen reducir a una pequeña historia (a veces un simple chiste) y su límite siempre es la pericia de su director para ejecutar dicha gracia. En otros casos funcionan como muestra de profesionalidad para –de nuevo- futuros directores que intentan pasar rápidamente al largometraje. Curriculums vitaes en formato audiovisual. En los mejores casos, funcionan como la manera perfecta de mostrar si los noveles directores tienen un universo propio o simplemente se trata de gente que quiere tener un oficio tan (extrañamente) prestigioso como el de cineasta. (El caso de autores consagrados que realizan cortos, es algo que no trataremos aquí y que en la mayoría suelen ser meros encargos o esas insoportables películas en capítulos).
Guillermina Pico realizó hasta ahora, cuatro cortometrajes. Y varias participaciones como actriz en diferentes proyectos.
Su debut como directora no pudo haber sido más auspicioso. Yo, Natalia ganó el premio a Mejor Cortometraje y el Premio del Público en el Bafici 09. Dicho cortometraje cuenta la historia de la artista y millonaria Natalia Kohen, y un muy comentado mediáticamente, problema legal que atravesaba con sus hijas. Se trataba de un documental que desde su forma elegía ir un poco más allá, utilizando las típicas tensiones entre la directora y el personaje retratado, como materia prima y motor del relato. La elección de Natalia Kohen, no parecía caprichosa. El universo que representa, el de una artista con aires de aristocracia perdida y formas de una época que ya parece no existir, eran lo importante en el cortometraje. Un universo por el que Pico muestra cierta afinidad. La idea que el arte siempre va a estar más cerca de la excentricidad que de lo popular. Todos las artistas, parece decirnos Pico, son aristócratas. Que estén, o no en decadencia, es un dato menor.
Algo de ese aire de aristocracia decadente también aparecía en su participación, esta vez como actriz, en Yeguas y cotorras (2012), de Natalia Garagiola. Una historia que se inspira en un universo correspondiente al imaginario asociado a las hermanas Ocampo. El personaje de Pico y su actuación en este corto (su particular habla y manera de decir) funcionaba como catalizador de la historia, y la dotaba de una veracidad imposible de conseguir con simples trucos actorales. Los actores son un cuerpo y las marcas del tiempo sobre ese cuerpo, lo demás son recursos fotográficos o técnicas de taller de actuación. Es difícil dejar pasar la presencia de Pico como actriz.

Los pasos posteriores de Pico como realizadora, siguieron con dos cortos que permanecen, lamentablemente, inéditos.
En Un montón de pins (2011), las historias de amor (de pareja y filiales) se asocian a objetos, más allá de la cercanía o lejanía del ser amado y también como elementos que acortan las distancias y alivian las ausencias.
En De vuelta (2011), dos amigas recorren una ciudad que deja bien a las claras que ya no puede ser lo que alguna vez fue.
Y finalmente llega -por ahora- su último trabajo, nuevamente seleccionado por el BAFICI.

En El pasito de onda (2013) se muestra un escenario pocas veces registrado por el cine y ese espacio corresponde al del trabajador nocturno.
Por primera vez, Guillermina se ocupa de recrear un universo relacionado con el mundo laboral (a pesar de que ahí siguen esos aires aristocráticos en los movimientos de su actriz) y un personaje solitario. Y lo hace creando una protagonista (interpretado por Miel Bargman, otra revelación, pocos rostros como el de Miel en el cine argentino, nuevo o viejo) que atraviesa las horas, y sus rutinarias actividades laborales, repitiendo un mantra (¿un ensayo, quizás?) que podría funcionar como fuga a las tareas mecánicas que implican su trabajo y su universo cerrado. Un mundo en donde la fantasía irrumpe en forma de destello inesperado, musical y luminoso. El arte como fantasía y posibilidad de fuga, aunque sea momentánea.
Es cierto que la obra de Pico es todavía muy breve. (En este momento se halla trabajando en lo que será su primer largometraje). Pero también es cierto que, y vuelvo al principio, en esta por ahora pequeña filmografía, Guillermina logró algo que ni siquiera ciertos directores consagrados pudieron, y eso es la creación de un universo propio y particular.
El futuro de Guillermina Pico es tan brillante como difícil. No sólo es una mujer talentosa (y con muchos talentos diferentes, algo que en el mundo del cine suele ser criticado), sino que además es muy joven (por no hablar de su belleza). Cuando todas estas cosas van juntas, nada más fácil que criticarlas.
Como programador, crítico, o simplemente como alguien que escribe sobre cine, uno elige las personas con quien rodearse o a quién acompañar, para proteger y a la vez sentirse protegido. (Y no sólo del cine malo).
En ese pequeño ejército, espero que Guillermina Pico me acompañe siempre, aunque esto tenga más que ver con la amistad que con el cine. Al fin de cuentas, algo secundario.
Marcelo Alderete

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