Los acontecimientos se precipitaron. Crucé un país en un día (Austria) y más temprano que tarde estaba en el sur de Alemania. Cuando me quise acordar, la bicicleta estaba en una caja rumbo a Argentina. Un par de días atrás había acampado al pie de un bosque y con la última luz escuché un grito animal desgarrador. No tengo otra forma de describirlo. Me puso en alerta y me despertó. Después me dijeron que podría haber sido un pequeño ciervo. Epifanía que me llevo. Esta última mañana salí temprano de la casa vacía de Ben y encaré por el campo que rodean varios pueblos dormidos. Me metí por el bosque y pasé junto a varios lagos. Según la dirección a veces podía ver los Alpes que iban quedando atrás. Después del Starnberger See me desvíe hacia el río Isar que corre por un valle profundo rodeado de colinas. Es una hermosa vista.

Después de leer un rato y desayunar salí a caminar. Tomé un sendero que lleva al paso San Giacomo. Un camino que serpentea por el bosque, siempre inclinado, después lo deja atrás hasta que aparecen las vistas. Serpentea otra vez por las faldas rocosas hasta que llega a una canaleta que lleva el camino a una cima redondeada. La canaleta estaba nevada y me enterré hasta las rodillas. Pensé en volver pero solo en pensar en la desazón de quedar a mitad de camino me hizo buscar otro camino alternativo trepando un poco entre las rocas. Más que caerme me preocupa el sentirme un inútil. Me importa menos el romperme una pierna que el mostrarme impotente. In your face Segismundo. Para lo único que no soy vago es para ir un poquito más allá y ver qué se ve. Pude pasar y llegar a la cima y ver toda la cresta montañosa hacia el oeste. Unas paredes de 4000 metros nevadas y verticales muy impresionantes. Unas cabras salvajes bajaban por la otra ladera. Arriba hay unos refugios de montañas que estaban tapados de nieve hasta el techo. Pude ver también Trento, varios lagos y hacia el Sur una especie de garganta entre las montañas donde sabía está el lago de Garda aunque la bruma no me dejaba verlo. Caminé un poco más sobre la nieve buscando los balcones y después de un rato disfrutando la vista bajé trotando despacio. Una nubosidad se acercaba despacio pero segura .El camino es rocoso por lo que ahora tengo los pies a la miseria como diría mi madre. Al volver la casa seguía vacía aunque se veía un plato en la pileta. Seguramente Damiano había pasado a almorzar. Me pegué una ducha y me corté unas fetas de jamón que comí leyendo mensajes en el teléfono. Fui hasta el cuarto y puse en el reproductor la música que bajé esta mañana. Me gusta escuchar la música de una habitación a otra. El sonido que inunda la casa de una manera sutil e insidiosa a la vez. Me gusta esa palabra también. La aparición insidiosa de la enfermedad. La esquizofrenia por ejemplo. Va haciendo su trabajo sin que nadie lo note hasta que un día estalla. Como los cimientos de un edificio que se van deteriorando por la humedad. El buen humor que se va trastocando por sueños nocturnos que se olvidan y la aparición en la conciencia de recuerdos lejanos que aparecen como autos en el espejo retrovisor. La música insidiosa que inunda la casa mientras leo en la cocina la tercera novela de la saga de Knausgard. Cinco libros gordos que me mantienen entretenido como a mis sobrinos las sagas de fantasía de libracos de mil páginas. El jamón me ha dejado la garganta seca. La nevera está repleta de cerveza en una casa que no me pertenece. ¿Qué debemos hacer? diría Kant.
Me sirvo una cerveza. Voy a ir a Buenos Aires por diez días y abrazar a Mayra. Voy a hacer eso. Néstor me dijo; es un abrazo de un alma a otra en el camino. Es parte del viaje.

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