Buda de los suburbios

Antonio me contó la historia en un bar cerca de su casa en el valle del río Hudson. El bar estaba en un pueblo de esos que nosotros vimos en películas. Casas de madera con una cerca, una galería y una hamaca. Eventualmente una bicicleta tirada en el jardín. La bandera flamea en casi todo los frentes. El tren pasó en dos ocasiones por la otra orilla haciendo sonar una bocina o lo que sea que hacen sonar los trenes. Esa tarde vi un mapache y la mañana anterior, cuando en tren íbamos hacia Manhattan, dos águilas calvas posadas en un árbol junto a las vías. Antes me había contado la historia de la ducha, la del Torino y la del día que llevaron un paquete a una casa a las afueras de Nueva Delhi. También me había contado la vez que fuera de sí en una playa de Costa Rica corrió con un machete a dos tipos que quisieron hacerle algo a Rut. Me contó también cómo subieron el trailer al barco que los llevó de Panamá a Colombia y como cruzaron de Chile a Argentina en una tormenta de nieve. Se que me contó otra historia – corta, casi como un chiste – y que pensé ¨perfecta para empezar una novela¨. Pero no la puedo recordar. Mañana me voy a Boston y después a Wareham que es un pueblo en la costa con el nombre del cantante de Luna. Trato y trato de recordar esa historia entre todas las historias. Se que mientras Antonio hablaba yo muchas veces pensaba y desvariaba y luego volvía en mí y miraba a Antonio sorprendido de que hubiera seguido todo ese tiempo hablando sin mi presencia. Los primeros días fueron muy lluviosos y destemplados como si fuera el comienzo del invierno. Mayra me preguntó después por qué no había salido a correr. Mentí que no tuve tiempo y que había llovido mucho. Me di cuenta que me había privado de algo que necesitaba solo por trabas mentales. Lo negué. La casa está llena de figuras de Buda y pequeños rincones que parecen altares. Tienen rutinas serenas y lindas pero que al fin del día son rutinas y para mí eso es como mirar a dos pájaros repitiendo un cortejo. Hay algo visceral en mí que rechaza esa clase de repetición (porque estoy muy atado a otras). Hice desaparecer el pequeño rincón de mi habitación con mi desorden. Me habían preparado en el cuarto lleno de libros y una ventana luminosa una cama, una manta y un anotador sobre la mesa de luz improvisada. Todo lo que necesito. Las dos primeras noche dormí muy profundo. Pareciera que elijo los lugares donde perderme en el sueño. Rut me dio uno de los días el libro Encuentro con hombres notables con unas páginas separadas especialmente para que lea. Hablaban sobre la vanidad de la literatura. El río Hudson baja hacia el mar y sus costas son accidentadas con barrancos y colinas de paredes de granito. El tren corre junto a la orilla. Está prohibido hablar por celular en ciertos vagones. A miles de kilómetros Mayra prepara su viaje a Madrid. Eso es también parte de mi viaje. Mi hermano dio un concierto el sábado y yo muy lejos iba recibiendo las imágenes. Los puentes de hierro se suceden. En algún momento se ve un perfil de la ciudad. My own private Idaho. La vi hace una semana desde el avión y más tarde cuando llegué a la Grand Central en un bus desde el aeropuerto. A la ciudad, allí, como se ve una montaña, distante e imponente. Ahora vuelven a pasar las estaciones; Yonkers, Harlem, Bronx. Ramos, Ciudadela, Liniers. En el Village paramos a tomar una cerveza en la vereda de un bar. Antes de irnos pedí ir al baño y tuve que bajar a un sótano que me pareció familiar. Era el Comedy Cellar donde tanta veces vi bajar por la otra entrada a Louie. El escenario estaba vacío, no había nadie y perdí mi oportunidad de subir y contar algunos chistes e historias embarazosas. Subí sonriendo a la tarde soleada.

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